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Jaime Salom – Por Luis Ortega

   

Su vida se resumió en dos decisiones. La primera la adoptó cuando, licenciado en Medicina y Cirugía y especialista en oftalmología, renunció a una brillante carrera profesional por el albur del teatro; la última cuando, ya enfermó, “volvió a Cataluña para morir”. En siete décadas de trabajo escribió más de cien títulos (en su mayoría, comedias y dramas), perteneció a academias médicas, literarias y de bellas artes, recibió homenajes y premios y dejó la estela del creador versátil y el hombre bueno, que se ganó el respeto profesional y el afecto de quienes le conocieron. Jaime Salom Vidal (1925-2013) fue un escritor precoz y activo desde los años cuarenta del pasado siglo; en 1955 recibió el espaldarazo con “Culpables” y, a partir de entonces se convirtió en habitual de las carteleras de Madrid, donde residió más de medio siglo, y Barcelona. Le conocí por José Monleón, firma de culto de la inolvidable revista Triunfo y director de Primer Acto y descubrí a un agudo observador de la burguesía del franquismo que, con admirable técnica, a veces con humor y otras con descarnado realismo, fustigaba sus costumbres y vicios. Salvo un paréntesis de hastío, que le devolvió a la práctica médica por un lustro, el dramaturgo catalán respondió a su vocación y a su compromiso progresista, “dentro del obligado posibilismo para sortear las trabas de una censura torva y poco inteligente”. Durante la Transición, sus posiciones sobre la realidad son más exigentes y sus críticas más directas. A este ciclo se inscribe El corto vuelo del gallo, fabulación sobre los últimos tiempos del padre de Franco, donde denuncia la paradoja de un republicano de raza que tiene que sufrir el golpe de estado perpetrado por su hijo y las secuelas de penurias y mordazas que le sucedieron. El prolífico Salom fue el autor más representado fuera de nuestras fronteras; sus obras se estrenaron en treinta países y se editaron en inglés, italiano, francés, alemán, portugués, griego, flamenco y eslovaco, entre otros. Escribió series televisivas, fue libretista de ópera -Yo, Dalí se estrenó con éxito en el Liceo barcelonés y la pude recordar en una grabación el último domingo – y editó tres novelas y un libro, entre la memoria y el ensayo, prologado por Paul Preston – Desde el escenario – en el que expresa sus posiciones sobre los cambios de la sociedad española y anticipa, con olfato e inteligencia, la necesidad de buscar nuevas formas teatrales “para una sociedad joven, con total desinterés por el pasado y ganas de construir su propio futuro”.