Muy mal lo tiene José Manuel Soria para justificar, a buenas horas, su errático manejo del sistema eléctrico español. Sus últimas palabras, “es que esto es endiabladamente complicado”, pronunciadas además en un foro público, no dejan de suponer toda una confesión de incompetencia. Así las cosas, parece que el único recurso a mano del ministro canario es la pose inverosímil por la que ha optado en última instancia, la batalla contra las grandes empresas eléctricas, las que, son sus palabras, hacen y deshacen en el BOE. Esto es falso. Soria atesora trayectoria suficiente como para ser definido como un obvio aliado para todo poder establecido, en Canarias y fuera de las Islas. Además es un ejercicio inútil, pues el ministro ha sido incapaz de contener la hemorragia alcista en los precios de la electricidad; con él al mando, el recibo de la luz no deja de subir para el ciudadano. De modo que si su deseo es consolidarse como un auténtico Robin Hood que se enfrenta a los ricos para beneficiar a los pobres, entonces hay otros caminos sin explorar en los despachos nobles del Ministerio de Industria. El problema no es si hubo o no especulación en una subasta trimestral de los operadores en el mercado (financiero, por cierto) que define los precios de la energía en España. El problema reside en el sistema en sí, porque fomenta aquello que Soria dice querer combatir, es decir, la especulación con cargo al bolsillo del sufrido contribuyente. Un mercado con tendencia a convertirse en oligopolio (lo que en realidad supone un monopolio territorial, con cinco grandes empresas repartiéndose mercados regionales) es siempre un enemigo de la competencia bien entendida, y más aún si la propia normativa ampara su voracidad con reconocimientos de deuda como el llamado déficit de tarifa, un coste ficticio que beneficia a las grandes corporaciones a costa de la eficiencia. ¿La reforma eléctrica reciente desmonta alguno de estos perniciosos elementos? Hay que dejar claro que no. El problema de José Manuel Soria es que se ha percatado de la obviedad de sus políticas a favor de los peces gordos. Atemorizado por la deriva de su bien ganada impopularidad, reacciona con mensajes en sentido opuesto, sin resultado alguno, salvo el desprecio que ahora le manifiestan los grandes patronos del sector. Pero los problemas serios, y el del suministro energético lo es, nunca se resuelven con histrionismos, sino con políticas sensatas y valientes, tendentes a consolidar con hechos la solemnidad de los discursos. El sistema eléctrico español necesita más eficiencia, más competencia y menos trucos contables. Ministro, hágase un favor y póngase a la tarea. Por una vez.