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La mancuerna – Por Carmelo Rivero

   

Esa gripe política canaria que es el pleito insular vuelve cada año. El pleito es un fantasma clásico en la mitología insularista, como el vecino desconocido de Santa Cruz, que lleva tiempo en su limbo y ahora saca de quicio al alcalde de Las Palmas. Un fantasma pendenciero que se deja utilizar. Bravo de Laguna invoca al basilisco en vísperas de Fitur para emanciparse de la marca Canarias y, mucho antes, alentó el espíritu del generalato de los hoteles de cuatro estrellas. El pleito no ha roto la autonomía, ni en su tremolana universitaria rompió mobiliario urbano o lapidó fachadas como hemos visto en el estallido callejero de Burgos; bien, es parte de la dialéctica local y la invectiva murguera, lances de matrimonio, que diría el de El Elíseo con la amante al descubierto y la novia oficial con una crisis de nervios. Aquí siempre se contó hasta diez, o había un derbi o un carnaval para desfogar los demonios, pero nunca se sabe. Fitur abre las puertas el miércoles y el Festival de Música de Canarias (FMC) lo hizo poco antes con la Sinfónica de Chicago, que es una pasada. ¿Un lujo? “¿Por qué otros pueden permitírselo y Canarias no?”, contestó resolutiva Candelaria Rodríguez, directora del festival, en Canarias en la Onda (Teide Radio), mientras la terraza del Mencey era un trasiego de virtuosos norteamericanos en un Santa Cruz que ya se reputaba de cosmopolita antes de estos cruceros y conciertos. Podemos discutirlo, pero esa es la liga en la que juega el FMC, que cumple treinta años, obra del melómano Saavedra, o pasaría a mejor vida, como tantas cosas que hacemos desaparecer (hoy que hablamos de fantasmas). Si las capitales quieren, el festival les muestra el facistol con la partitura de la mancuerna: compartir costes, aparcar las riñas y cumplir años. El alcalde Cardona se enfada con el alcalde Bermúdez por el pimiento padrón, pero no se escriben, todo es de palabra, y las cosas se arreglan de nuevo con misivas como antes. Así se reconcilió Rivero con Rajoy, y Bravo secunda el método. El censo fantasma es una metáfora casi de Juan Gelman (“mentir sobre tu paradero”, escribió en Sefiní), ahora que el poeta se ha ido y el lío va de habitantes que no están. Con poner las cartas boca arriba no basta, hay que escribirlas.