X
tribuna>

Mano tendida por encima de las mentiras – Por Carlos Alonso*

   

Dice un viejo refrán que ni con cien ratones se puede hacer un caballo ni con trescientas sospechas se puede construir una prueba. Pero en el mal ejercicio de la política se ha terminado por descubrir, lamentablemente, que si una mentira se repite muchas veces por muchas personas y en muchos sitios, la mentira termina adquiriendo la apariencia de una verdad. Al hilo de las reivindicaciones del Cabildo de Gran Canaria para construir hoteles de cuatro estrellas, que le enfrenta al Gobierno de Canarias, algunos han encontrado el perfecto río revuelto para hacer su cosecha de pescadores del pleito insular más lamentable. En un perfecto ejercido de demagogia y mentira se argumenta que Tenerife está detrás de la nueva Ley turística, que la norma responde a los intereses de esta isla y que lo que se pretende es perjudicar a Gran Canaria.

Lo que hemos dicho algunos desde Tenerife es que las leyes -como esta que aprobó el Parlamento- o son para todos o no son para nadie. Si cada isla tiene el derecho a establecer sus estrategias de crecimiento turístico y establecer sus propias normas, pues que nos avisen. Y que si el camino para allanar las decisiones del Parlamento de Canarias, aprobadas por los diputados que nos representan, es la sublevación insular y la presión mediática, pues que tomamos nota. Estamos ante una ley aprobada hace menos de un año con un modelo claro para Canarias que trata de solucionar el problema de la sobreoferta de camas obsoletas y que los propios empresarios y dirigentes gran canarios han admitido. Estas camas, una vez rehabilitadas, podrían incorporarse al mercado, tal y como estamos apostando en Tenerife en el caso concreto de Puerto de la Cruz.

En el caso de la ocupación de nuevo suelo y con una situación de desempleo como la que vive el Archipiélago, lo más lógico es apostar por alojamientos de cinco estrellas que requieren más personal y que atrae un turismo de calidad con mayor poder adquisitivo, capaz de generar economías, incrementando esos 30.000 empleos de los que se hablan en muchos más. Más estrellas, más empleo. Si en Gran Canaria se quiere alcanzar el modelo de Tenerife, ese en el que apostamos hace diez años y que nos ha llevado a los excelentes resultados que ahora tenemos, quiere decir que lo hemos hecho bien. Esta es nuestra hoja de ruta, apostando por una Ley que también podríamos criticar por incentivar una rehabilitación que en Tenerife no es tan necesaria como en Gran Canaria. Pero nosotros sí apostamos por un modelo que beneficie a todo el Archipiélago. Creo que es sencillo de entender que una regla básica de cualquier sistema es que todos juguemos conforme a las mismas reglas. Ni se pueden ni se deben cambiar a la medida de las conveniencias de uno de los jugadores. El presidente del Cabildo de Gran Canaria, José Miguel Bravo de Laguna, considera que las corporaciones insulares tienen mucho más que decir en la definición de las estrategias de desarrollo de nuestras islas. Yo no estoy en desacuerdo con esa reflexión. Creo que existe un alto grado de intervención del Gobierno autónomo en las capacidades de decisión de cada una de las islas, que no se ha desarrollado como debiera un gobierno basado en los cabildos y que poco a poco la nueva administración pública canaria ha producido una creciente centralización de la toma de decisiones que a menudo perjudican a los ciudadanos.

Es cierto que tendríamos que revisar hasta qué punto hemos centralizado y burocratizado la gestión de los asuntos públicos del archipiélago hasta el extremo de que el BOC se ha convertido en una fábrica de normativas confusas, prolijas, redundantes y a veces contradictorias. Hay tantas normas y reglamentos en las islas, hay tantas competencias entre gobiernos, cabildos y ayuntamientos, entremezcladas y solapadas, que a veces cualquier gestión es una tortura para emprendedores o ciudadanos.

Revisar nuestra autonomía, corregir errores, descentralizar funciones y dejar a los Cabildos mayor espacio para el buen gobierno de las islas es una cuestión que seguramente habría de figurar en la agenda de la modificación del Estatuto de Autonomía que, por cierto, el PP se niega a tocar. Los presidentes de los Cabildos podemos lamentarnos de algunas situaciones, pero difícilmente podemos protagonizar una rebelión institucional que vaya más allá de la estética cuando lo que se necesitarían son cambios estructurales.

He tendido la mano del diálogo al presidente del Cabildo de Gran Canaria porque Tenerife está por el entendimiento de todas las Islas. Y porque en muchos aspectos comparto la fe del señor Bravo de Laguna en los cabildos. Tenerife no está contra nadie sino a favor de que a todos se nos trate de la misma forma y se nos otorguen los mismos derechos.

Luego hay otra gente que no tiene remedio. Políticos y empresarios que juegan a la división de los canarios y a debilitar nuestra fuerza como pueblo. Sus intereses son llamar la atención, cosechar votos y auparse a través de la demagogia a mayores cuotas de poder. Los nuestros deben ser el diálogo, el entendimiento y la unidad de todas las islas para conseguir los mayores beneficios para los ciudadanos. Eso es lo que nos hace diferentes, aunque discrepemos, del resto de políticos que sólo se dedican a buscar votos a costa incluso de su propia dignidad.

(*) PRESIDENTE DEL CABILDO DE TENERIFE