En otras páginas se cubren los movimientos previos, noticias, datos e incidencias de la reapertura de la Catedral de San Cristóbal de La Laguna que, tras 12 años cerrada, abrió sus puertas el día de la Conversión de San Pablo. No parece casual la elección del día; curiosamente fue fijada en la efeméride de la caída del caballo de Saulo de Tarso, herido por el rayo de Dios que lo eligió como apóstol de los gentiles y pilar doctrinal de su iglesia; es decir, coincide con el hallazgo del cristianismo por quien fue su más inteligente enemigo. Y es que el tema que comentamos -la obra concluida- también fue cuestión de fe del tenaz obispo y de quienes le secundaron en sus reivindicaciones. Levantada sobre una ermita de 1511, dedicada a la Virgen de la Expectación y elevada luego a parroquia, fue reemplazada en 1618 por una fábrica de mayores dimensiones, dado el crecimiento de la capital y sede del Cabildo y la devoción a Nuestra Señora de los Remedios que, en 1752, tuvo un mejor crucero, sacristías y un rico camarín. Cuando se estableció la nueva diocésis, segregada de la Canariense y Rubicense y dentro, también, del pleito de poder entre las Islas Mayores, el papa Pío VII la elevó a la dignidad catedralicia, con jurisdicción sobre las islas occidentales del Archipiélago y confirmó su condición de santuario mariano. La fachada neoclásica, con sus torres gemelas, émuló a la seo pamplonica, en tanto el resto del templo, realizado entre 1904 y 1913, siguió la moda del neogótico y usó el hormigón armado. Un siglo después el riesgo de ruina determinó el cierre y un difícil recorrido técnico y administrativo para la restitución de una fábrica con mayor valor histórico y simbólico que artístico, que se incluyó dentro del Plan Nacional de Catedrales del Ministerio de Educación y Cultura. Con circunstancias de toda índole -técnicas, estéticas y, sobre todo, económicas- en las que jugaron un papel notable el deán Julián de Armas y el arquitecto José Miguel Márquez, la sustantiva aportación estatal y la ayuda y empuje de entidades y fieles sustanciaron el logro, bajo el empuje, gestión y vigilancia del prelado Álvarez Afonso. En ocho años intensos, el mitrado palmero tuvo que sumar a sus tareas pastorales y a la terrible crisis económica que afecta, sin excepción, a todas las administraciones y ciudadanos, la costosa reconstrucción de la sede del Obispado Nivariense, arruinado por un desgraciado incendio, y la rehabilitación del principal templo diocesano, cuyas obras de restauración recibió ayer del ministro Wert.