No es una sorpresa. El desencanto de los ciudadanos con los políticos está en el nivel más bajo de los últimos 10 años. España no es una excepción, pero a quienes viven de la política les debería preocupar que según un estudio reciente (Encuesta Social Europea. En los datos referidos a España coordinada por el doctor Mariano Torcal de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona), los políticos y los partidos españoles suspenden en la valoración que hacen sus conciudadanos. El dato es tan penoso como significativo: 1,9 sobre una puntuación teórica de 10. En un estudio anterior la nota era de un 2,7. Ni el Parlamento (3,4), ni el sistema judicial (3,7), aprueban en opinión de los 2.500 españoles encuestados. Sólo la Policía (5,8) y el sistema sanitario nacional (5,2) concitan la aprobación de ciudadanos consultados. Las encuestas, incluso las que están hechas con medios, paciencia y rigor a la hora de analizar los datos no son una radiografía. Todo lo más una secuencia de fotos. Las preguntas influyen mucho en el resultado, y, sobre todo, las valoraciones que infieren los sociólogos. Lo que se llama la “cocina”. Aún así, las que se realizan con voluntad notarial (parece que es el caso de la que nos ocupa), alumbran perfiles y estados de opinión muy valiosos. Opiniones que, por otra parte, coinciden con lo que observamos en el día a día en los medios de comunicación. La gente se queja de los políticos y desconfía de ellos porque observa a los partidos como organizaciones extractivas dedicadas no tanto a propiciar el bienestar de los ciudadanos resolviendo sus problemas (o intentándolo), como a perpetuar sus privilegios. En el poder y en la oposición. No todos los políticos son iguales, pero a todos les resuelve la vida el pasar por el Parlamento. Con dos legislaturas están al cabo de la calle de las preocupaciones e incertidumbres que nos aquejan al resto de los ciudadanos: el empleo, las pensiones, etc. Por lo demás, con los seis años que llevamos de recesión económica: 26,6% de paro, cinco millones de desempleados, muchos de ellos ya sin recibir prestación alguna, lo raro sería que quienes viven en esa situación tuvieran buena opinión de la política y de los políticos. Pese a todo. Pese a tanto desencanto y tanta decepción respecto de partidos e instituciones, por contradictorio que pueda parecer -como mínimo resulta paradójico-, los encuestados declaran ser mayoritariamente felices. De uno a diez: 7,2. La media más alta de la Unión Europea. No nos fiamos de los políticos, ni de los partidos, ni de casi nada, ni casi nadie, pero, paradójicamente: decimos que somos felices. La verdad es que cuesta entender lo que nos pasa. España sigue siendo diferente.