Parece existir una leyenda urbana que asegura que la felicidad y el bienestar humanos están reñidos con cualquier situación compleja o desagradable por la que atravesemos. Es como cuando de niños nos decían: no hagas ruido, no te rías… que no es el momento. Y al final siempre me planteo la misma reflexión, si el objetivo último y primario de toda persona es ser feliz, si buscar el bienestar en el amplio espectro de la palabra es una de las metas que nos trazamos en la vida, ¿por qué nos rendimos a esa regla implícita? Hace unos días, una de esas cosas extrañas que suelo hacer, veía una conferencia en TED de David Seindi-Rast titulada Quieres ser feliz, sé agradecido, donde planteaba que el agradecimiento es la base de la felicidad, pero que no debemos estar agradecidos por ser felices, sino que a través del agradecimiento puedo ser feliz. La idea es que debemos entender que en cualquier circunstancia de nuestra vida debemos agradecer el contar con las oportunidades de vivenciar cada momento como único, y que es la oportunidad y el cómo vivo ese momento lo que me brinda la posibilidad de ser feliz. Es verdad que existen cosas desagradables y malas en nuestra vida, no lo pongo en duda, pero todo cambia en función de cómo interpreto y abordo esa situación, así, en función de esa actitud y mi pensamiento, daré el primer paso para tener la posibilidad de crecer desde la adversidad.
En muchas circunstancias obedece a una regla tan simple como la que le enseñamos a nuestros hijos cuando van a cruzar la calle: “Para, mira y camina”. En la gran mayoría de las ocasiones las prisas, las preocupaciones, etcétera, nos impiden valorar cada momento, y entonces necesitamos parar, observar y ver lo que pasa a nuestro alrededor, lo que nos da una visión más amplia de nuestra realidad, nos ayuda a reflexionar y valorar los elementos con los que contamos en cada situación y por último ponernos en marcha. Al final, parece que lo importante es volver al statu quo que perdimos con esta crisis y no somos capaces de “Parar, mirar y entonces caminar”. Si lo hiciésemos, veríamos que quizás hacemos una reflexión errónea del problema, y no generamos posibilidades en las personas, ni en las comunidades, sino que seguimos anclados a la inmediatez, perdiéndonos las oportunidades que posibiliten un paso hacia el crecimiento como personas y como sociedad, haciendo real aquella creencia de que la felicidad está reñida con la adversidad. ¿Te atreves a cambiarla?