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Paseo San Telmo – Por Rodrigo Vega*

   

La naturaleza tiene a veces unas costumbres que a ciertos promotores de reformas urbanas les resultan bastante incómodas y es por eso que han hecho todo lo posible para minimizarlas, ignorarlas y hasta ridiculizar al osado que levanta la mano para hacer alguna tímida advertencia. Una de ellas es que esta, con cierta periodicidad, en virtud de su conocida sabiduría nos obsequia con unos bellos temporales invernales, olas de 4 a 6 metros que arremeten contra la costa. Nada que deba causar excesivas molestias al ciudadano de a pie, siempre que existan unas infraestructuras urbanas planificadas de acuerdo a unos presupuestos bien empleados y ejecutadas por un equipo humano inteligente y bien preparado. Pero mucho me temo que eso de los presupuestos y el equipo humano… como que no. Me explico: nos encontramos por un lado con la dichosa cultura del pelotazo y por otro muy bien combinado con ella, al amiguismo, los nombramientos a dedo, etc. Y así nos va en este país. También en nuestra Isla, pero es que el problema es tan generalizado que podríamos extrapolar la crítica situación en que nos ha puesto este infame proyecto de reforma del Paseo de San Telmo, a cualquier otro lugar de la costa atlántica española. El caso es que gracias a unos políticos y promotores que sabemos perfectamente, se benefician directa o indirectamente de las subvenciones europeas, estatales e insulares; y gracias también a unos técnicos vendidos al mejor postor, lo que parecería un ejemplo de virtud urbanística se convierte en una pesadilla invernal asidua. A mediados del pasado octubre una tal María Luisa Cerrillos (la redactora del Plan Especial de Protección del Casco Histórico del Puerto de la Cruz) consideraba una insensatez la propuesta de mantener los actuales muros del paseo de San Telmo, que calificaba como “una auténtica frontera de obstáculos urbanos entre el paseo y el mar”. Hay que ver lo que lleva a un ser humano corriente a declarar por pura avaricia, codicia, ambición de poder. La evidencia se nos presenta diáfana estos días. La protección natural que representa el muro ante el inmenso poder que exhibe la romántica maresía en cuanto deja de serlo a causa de las tormentas invernales no la puede ofrecer una roñosa barandilla de acero oxidable. Y tengamos claro un dato bien documentado: el acero inoxidable en realidad no lo es, técnicamente sólo es resistente a la corrosión. Sólo son verdaderamente inoxidables el oro, el platino y algún otro metal precioso, pero nada más. Debo añadir más a esta reflexión: es una pena que la población sea tan manipulable gracias a su pésima memoria. Los promotores muy conscientes de ello han sabido aprovechar los meses de bonanza climática para justificar su pelotazo económico con este proyecto, pregonando a diestro y siniestro su manoseado “hay que abrir el Puerto al mar”. Y es durante los pasados días donde la sabia naturaleza refresca las memorias de la población conformista y apática. Los efectos se han hecho sentir en toda la costa norte de la Isla: carretera cortada en Garachico, casas desalojadas en Punta Brava, restaurante Tambo dañado, inundación del Lago Martiánez… y en San Telmo el bar de la zona de baños destrozado, con desperfectos en mobiliario urbano, y ya veremos con qué dinero va a repararlos un Ayuntamiento carente de presupuesto para mantenimiento. Los lugares más afectados han sido precisamente aquellos que gozan de la conocida barandilla de acero. ¡Qué casualidad! ¿No? Tenemos el testimonio de centenares de fotos y decenas de videos, sin contar con testigos presenciales año tras año. Las imágenes hablan por sí solas. Lo triste es que el ciudadano medio continúe en su apatía y el miedo a alzar la voz encarándose a la Cerrillos de turno para increparla mientras le exhibe cualquiera de esas ilustrativas fotos.
*COLABORADOR DE LA PLATAFORMA
CIUDADANA MARESÍA