Abundando sobre algunos datos relativos al incremento de actividad económica en el municipio de La Laguna, con 659 nuevas licencias concedidas en el año 2013, hay algunas cosas dignas, asimismo, de reseña. Lo dijo el alcalde Fernando Clavijo en su conferencia del pasado jueves en Las Palmas: nuestro porcentaje de trabajadores autónomos es superior a la media de Canarias, ya de por sí mayor que la misma cifra a escala estatal. Esto es un síntoma excelente para cualquier ámbito que aspire a ser generador de oportunidades, y más en una época tan difícil como la actual. Lo que afirmó Clavijo es que La Laguna quiere asentarse como un destino atractivo “para todos aquellos que quieren ser dueños de su vida”, y que concluyen que el mejor camino hacia dicha aspiración pasa por el emprendimiento. Lograrlo no es un camino de rosas, hay que decirlo también. Lo cierto es que desde la perspectiva laboral compartimos un contexto extraño, cambiante, de plena adaptación profesional e incluso psicológica. El empleado por cuenta ajena de ayer se esfuerza hoy por abrirse camino como profesional independiente, o, así se dice ahora, como microemprendedor.
Trabaja muy duro para clientes más o menos numerosos, con toda la zozobra que supone este hecho. Unos están más acostumbrados porque lo hicieron toda la vida, otros se ven forzados al reciclaje. El mismo ejercicio periodístico es un buen ejemplo; cada día más me encuentro con antiguos compañeros que buscan su espacio a base de colaboraciones diversas. Otros se lanzan en pos de las oportunidades que ofrecen los nuevos yacimientos de empleo, los trabajos del sector creativo, de la economía del siglo XXI. Tenemos que seguir abundando en esta senda, la democratización del mercado, las oportunidades para todos y el premio al esfuerzo y el talento, cuestión que acaba de ser teorizada por el economista Luis Garicano en un libro, El dilema de España, con pinta de resultar muy interesante y aleccionador. El papel de las administraciones públicas, de todas las administraciones, está muy claro: igualdad de trato, máxima agilidad con pleno respeto a la normativa, un poco de empatía, ponernos en el lugar del otro, porque, como señala el citado experto, profesor de la London School of Economics, “España tiene el menor grado de aceptación del capitalismo entre los países de nuestro entorno porque la gente tiene la percepción de que las cosas funcionan a base de chanchullos”. Y, en ese sentido, aquellos que tomamos decisiones en el servicio público estamos bajo la lupa colectiva. Porque la confianza también es un activo económico.