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Rajoy en Washington – Por Fernando Jáuregui

   

Ir a Washington, ser recibido por un Obama sonriente en la Casa Blanca, reunirse con la señora Lagarde, ahora que el Fondo Monetario Internacional ha dejado de hostigarnos, y almorzar con la Cámara de Comercio, arropado por César Alierta y los poderosos del Consejo de la Competitividad, es algo que supone, imagino, una especie de breve vacación para Mariano Rajoy, agobiado como está, me dicen, por tantas cuestiones internas para las que no se encuentra una rápida solución. Rajoy ha ido a Estados Unidos a triunfar este lunes. Un triunfo breve, pero que no será, confiemos, efímero. Claro que hay que desearle suerte al presidente del Gobierno español ahora que hace las Américas. Gentes hay que siempre miran estos viajes con un cierto complejo de inferioridad y una falta de sentido de lo que debe ser eso que han dado en llamar marca España. Nuestro país es un buen aliado de los Estados Unidos -ni siquiera hemos protestado demasiado por el espionaje de la NSA-, y sigue estando en una situación estratégica interesante, tanto que hace que Washington desee para España el estatus de una nación fortalecida y no desgarrada por separatismos que allí, federales como son, no entienden. Y, además, Rajoy es portador de buenas noticias económicas, al menos desde el punto de la macroeconomía, que son las noticias que a Obama, como vigilante de la estabilidad del mundo, le gustan. No veo, pues, nada que pueda ensombrecer la visita de Rajoy a la capital del Imperio. Excepto, claro, el viaje de vuelta. Las fotografías del apretón de manos con Obama pasan; la crisis política, a lo que se ve, permanece, y no puede considerarse que unos lejanos brotes verdes económicos despejen el horizonte de unas encuestas que, pertinaces, pasan factura al PP -y al PSOE, y a todos- por los muchos errores y negligencias políticos cometidos. Rajoy tendrá que regresar a España de inmediato, y no se va a encontrar rostros tan complacientes como en Washington. O como el viernes en Toledo, donde parece que los ejecutivos del PP no fueron capaces de decirle cuánto se ha equivocado con su pasividad en Cataluña, con las pasadas de Jorge Fernández en el País Vasco, con el proyecto de reforma legal del aborto de Gallardón, que son cuestiones que ya le están pasando factura -aún más- en intención de voto al PP. Pero, ya digo, es el momento de felicitarse por la sin duda buena acogida que va a encontrar en la Casa Blanca un gobernante español respetable, con fama de honesto y también de tener un carisma entre exiguo y nulo. Confío en que Obama, que se la ha jugado varias veces en política interna cuando pensaba que había que hacerlo, dé algún consejo fructífero a nuestro presidente, que sigue empeñado en aplazar cualquier decisión espectacular de las muchas que todos estamos aguardando.