Un nuevo informe sobre desigualdad social, de Oxfam Intermon, trepó esta semana para escalar la gloria de los titulares de un dÃa. Los 20 españoles más ricos tienen más dinero que el 20% más pobre. Aumenta la desigualdad, se dice. Como se podrÃa afirmar que hay gente más alta que baja.
Lo que se atisba tras estos informes es una protesta por la desigualdad social. La que denuncia Cayo Lara, por ejemplo, cuando, circunspecto, se aferra a estos informes para desenmascarar al capitalismo social de mercado. O como se llame.
El problema es que la desigualdad es consustancial con el ser humano. Podemos establecer que los peces del rÃo son para todos. Que nadie es propietario de nada. Pero a la hora de pescar algunos tendrán más talento que otros. Lo que hicimos con eso es establecer que aquellos que más pescan están obligados a repartir parte de sus capturas con los que menos peces consiguen. Es lo que llamamos el estado de bienestar.
Lara, y la subespecie polÃtica que dignamente representa, considera que la propiedad debe ser colectiva y la igualdad un hecho impuesto por el Estado. Lo que tú pescas no es tuyo, es de un funcionario que lo reparte. Los resultados de ese modelo pueden encontrarse fácilmente en los libros de historia o en los actuales modelos revolucionarios donde los ricos han sido sustituidos por los miembros del aparato del poder mientras los pobres siguen siendo los de siempre. Frente a las democracias sociales de mercado y su gran logro, el estado de bienestar, sólo existe saliva.
España es el quinto paÃs de Europa en presión fiscal. En el tipo marginal máximo del IRPF (52%) sólo nos superan Bélgica, Dinamarca y Suecia. En el impuesto de sociedades (sobre las empresas) estamos sólo por detrás de Bélgica, Francia, Malta e Italia.
Cuando se denuncia que hay gente muy rica, ¿qué es lo que se quiere decir? ¿Que asaltemos las tiendas de Zara y nos hagamos con la mercancÃa, al modelo Gordillo, para venderlas en el rastro?¿Despojamos a los ricos de sus casas y coches y nos los repartimos por piezas? ¿Hacemos jugar a todos los futbolistas por el mismo sueldo con independencia de su talento? ¿Valoramos igual un Picasso que una hoja pintada por mà con unos creyones?
Ni somos iguales ni tenemos las mismas capacidades y aptitudes. Tenemos los mismos derechos y la obligación de contribuir para ayudar a quienes lo necesitan proveer servicios para todos. Lo demás es demagogia.