Un rasgo preocupante de falta de personalidad es el deseo de ser otro. Un deseo que, cuando se vuelve enfermizo, puede desembocar en trastornos graves de conducta. Mucha gente no está contenta con cómo es. Se piensan demasiado bajos. O demasiado altos. Demasiado gordos o demasiado flacos. Se ponen a hojear revistas y se mueren de envidia soñando ser como Brad Pitt. Pero la triste realidad es que somos como somos y salvo la intervención de un bisturà -extremadamente cara y de resultados siempre inciertos- nadie puede ser otra cosa que lo que la naturaleza ha concluido que es. Pero como soñar es gratis, a veces soñamos que somos diferentes. Atléticos superhéroes, deportistas de riesgo o seductores de bellezas exóticas… Y en vez de un cuarentón con barriga e incipiente papada somos un pirata del Caribe a la proa de su galeón surcando las olas. Eso o, por ejemplo, alcaldes de Singapur. Lo de Cardona, el alcalde de Las Palmas, que sueña con ser el alcalde de Singapur es algo asÃ. Al edil le parece que ser el máximo responsable de una capital que cada vez es más potente, un centro comercial y portuario que marcha a velocidad de crucero hacia el futuro pues no es suficiente. Asà que sueña con ser otro. Con ser el alcalde de Singapur, mismamente. Lo que pasa es que se pone uno a soñar y si no tiene cuidado -o se ha hartado de garbanzas- termina con una pesadilla. No sé yo si a mis amigos de Las Palmas les gustarÃa vivir en Singapur donde tener un coche sólo está al alcance de Messi o Ronaldo. Donde alquilar una miserable habitación en una torre de apartamentos cuesta mil dólares al mes. Donde tomarte un cubata equivale a comerte medio sueldo diario. Donde cada dÃa se convierte en un hormiguero de millones de personas -dos millones entran cada dÃa en la ciudad- que se mueven a pata de un lado para otro en un centro financiero internacional que vive de los grandes capitales. O sea, que yo, para mÃ, vivirÃa antes en Las Palmas, echándome unas garimbas y disfrutando de la vida latina, que es como la vela pero en plan no me estreses. Eso de querer vender ser otro es una majaderÃa. Uno es como es. Y Las Palmas, como ciudad, le da veinte vueltas a Singapur a la que yo, de ser el nota propiamente dicho, dejaba allá pa casa del carajo. Ah, y a Miami también.