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El sochantre Gallardón – Por Miguel L. Tejera Jordán

   

El ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, beatísimo monaguillo campanillero de la curia más troglodita, cavernícola y tridentina de la iglesia católica española, se dispone a aprobar su ley del aborto contra viento y marea. Contra las voces sensatas de su propio partido y contra todas las ajenas, retrotrayendo el derecho de la mujer a abortar, en el marco de una ley de plazos moderna y progresista, asumida además por la mayoría de la sociedad, sin estridencias, a los tiempos de una iglesia preconciliar y alforjera. El ministro, sacristán del ala más conservadora de la Conferencia Episcopal de este país, tiralevitas y planchasotanas de Rouco Varela, cardenal arzobispo de Madrid y líder de la pléyade de curas diocesanos, gordinflones y aborregados que le hacen el coro, pasará a la historia de la política contemporánea española como el sochantre de escapulario y silicio empecinado en devolver España a los oscuros tiempos de la persecución religiosa.

Ruiz Gallardón, no contento con su detestable proyecto, afirma en público que “si tuviera un hijo discapacitado lo asumiría con naturalidad”. ¡Toma ya! Nadie en su sano juicio pretende desprenderse de ningún hijo, ya nacido, cualquiera que sea su posible discapacidad. De lo que se trata es de dejar que sea la madre que lo engendra, dentro, insisto de una ley de plazos, quien determine qué hacer con la vida de su vástago no nato, y con la suya propia, sin que el Estado se entrometa para nada en su decisión. El ministro puede permitirse el lujo de mantener hijos discapacitados todos los que quiera. Seguro que dispone de los recursos necesarios para ello, cosa de la que carece el común de los mortales, que a menudo no tiene un salario que garantice comprar los pañales de un crío recién nacido. Su compañero del PP José Antonio Monago, presidente de Extremadura, se lo ha dicho con rotundidad: “Nadie puede obligar a una mujer a ser madre o a dejar de serlo”. Monago cree que hay que desideologizar la legislación del aborto, como otras leyes esenciales para el funcionamiento de un estado moderno, como las leyes sanitarias, educativas o las de dependencia. Y pide consenso general para aprobar estos temas, cosa a la que Gallardón se niega. El meapilas del ministro tampoco escucha a Alberto Núñez Feijóo, presidente de Galicia, ni a la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, ni a Borja Samper, presidente del PP guipuzcoano, ni a la alcaldesa de Zamora, Rosa Valdeón, todos ellos correligionarios suyos. La ley de este jurista, penitente y santón, durará menos que un chocolate en la puerta de una escuela, suponiendo que se apruebe.

En todo caso, las mujeres de este país, celosas guardianas de sus derechos adquiridos, tienen la última palabra: mandar al PP a hacer puñetas en las próximas elecciones legislativas. Sin que por ello tengan que votar PSOE. Que, ciertamente, también son únicos para liarla parda…