X
análisis>

Unas primarias que son una incógnita – Por Leopoldo Fernández Cabeza de Vaca

   

Mientras, tarde y mal, el PP se desgañita y este fin de semana echa el resto en Cataluña para dejar en evidencia la inviabilidad de las propuestas independentistas, varios dirigentes del PSOE mantienen discretos contactos en busca de una estrategia común ante las anunciadas elecciones primarias de noviembre, el mes en que Artur Mas pretende realizar la consulta sobre la autodeterminación de Cataluña o, de imposibilitarlo los tribunales de justicia, anticipar las elecciones autonómicas para tratar de darles contenido plebiscitario. Se trata, según los indicios, de poner coto al ventajismo de Rubalcaba y su estricto control sobre los tiempos del partido y las reglas de juego que determinarán los candidatos a las elecciones europeas de mayo, a las autonómicas y locales y a la Presidencia del Gobierno de España. En medios conocedores de las estrategias de Rubalcaba se afirma que el secretario general no parece dispuesto a respetar el compromiso que adquirió hace año y medio en Sevilla, cuando fue elegido máximo responsable del PSOE. Entonces, el ex ministro declaró que su aspiración al dirigir el partido provenía exclusivamente de su interés en “poner orden” en sus filas y “enderezar el relevo generacional desde bases sólidas”. A la vista del tiempo transcurrido, muchos dudan ahora de las verdaderas intenciones de Rubalcaba, a quien las encuestas consideran un auténtico lastre para el PSOE, mientras, por el contrario, Carmen Chacón sigue siendo vista -también según los estudios de opinión- como a mejor dirigente posible.
Según el calendario aprobado por asentimiento de 259 de los 261 miembros del Comité Federal el pasado fin de semana, en septiembre se celebrarán las primarias para elegir a los números uno de las listas a ayuntamientos, cabildos, diputaciones y comunidades y a finales de noviembre, las del candidato a las elecciones generales. No se han previsto primarias para elegir a los aspirantes al Parlamento Europeo el 25 de mayo próximo y podrá haber excepciones en torno a la celebración de ese tipo de comicios en algunas comunidades. Todo queda supeditado al parecer de las federaciones socialistas… y al punto de vista final de Ferraz. La ex ministra Carmen Chacón y otros aspirantes se oponen a las pretensiones controladoras de Rubalcaba, quien dispone de enormes ventajas para aupar su propia candidatura a la jefatura del Gobierno -o en otro caso propiciar la de quien es considerado su alter ego, Patxi López-, e incluso para perpetuarse más tarde a la cabeza del partido. Por de pronto, las primarias -que marcan un punto de inflexión en los 140 años de historia del socialismo español- están abiertas a afiliados, simpatizantes y ciudadanos en general. La única condición exigible a estos últimos es, como ya se dijo en su día, que, al inscribirse como votantes, tengan 16 años o más, paguen dos euros y firmen una declaración de compromiso con los principios progresistas en que se inspira el PSOE. Una única votación entre los candidatos, que deberán reunir al menos un 5% de avales entre el censo de afiliados y simpatizantes del PSOE y el PSC, determinará el vencedor de unos comicios que se presentan apasionantes no sólo para los seguidores de la socialdemocracia española, sino para todos los partidos en general. Porque nadie duda de que, de contar con las máximas garantías democráticas y con una participación aceptable, el modelo de primarias podría extenderse a las restantes formaciones políticas, incluso por ley, siguiendo así los pasos de italianos, franceses y uruguayos. Para algunos observadores, en estos momentos de desafección política generalizada, unas primarias abiertas tienen una importante carga ética y estratégica. Pueden constituir una oportunidad única para mejorar la calidad de la democracia y fomentar la participación directa del electorado en la vida interna de los partidos, lo que a su vez otorga mayor legitimidad a sus élites dirigentes, permite una mayor transparencia en el funcionamiento de las formaciones políticas y permite un mejor conocimiento de los candidatos elegidos. Aunque los militantes pierden poder y protagonismo. Existen también algunos riesgos de división interna si quienes controlan los aparatos de decisión actúan movidos por intereses personales o de otra índole e hipotecan la neutralidad del partido en favor de algunos dirigentes, como se teme que pudiera ocurrir en el caso de Rubalcaba. De ahí la importancia del reglamento y la composición de la Comisión de Garantías Electoral (encargada de supervisar el proceso y cuyos 11 miembros serán designados por la Ejecutiva y el Comité Federal, siempre cercanos al secretario general), que tendrá a su cargo la transparencia del proceso. Según Chacón, en ninguno de los dos casos ha habido consenso; todo ha sido impuesto por el aparato del partido.

Para un sector del PSOE, el que no haya segunda vuelta electoral, así como la elaboración misma del censo de primarias y su cierre al menos seis días antes de la votación dificulta la participación y puede dar lujar a ajustes de cuentas internos, lo que es rechazado de plano por la actual dirigencia socialista. Para ésta, se trata de que el censo electoral no ofrezca dudas, no dé lugar a fraudes y, al tiempo, permita en un plazo razonable subsanar posibles errores. Tal vez por la propia novedad del experimento, no se advierte hasta ahora excesivo entusiasmo entre la militancia. Pro sí está siendo muy comentada la opinión del portavoz de Izquierda Socialista, Juan Antonio Barrio, quien considera que, si compitieran más de dos aspirantes, “podemos estar proponiendo como candidato a la Presidencia del Gobierno a alguien que sólo haya obtenido el apoyo del 20 o el 25% de nuestros militantes y simpatizantes”, o bien que prime el voto negativo sobre el positivo, como sucedió cuando Bono contendía con Zapatero para alcanzar la secretaría general.

Algún veterano dirigente, como el ex presidente extremeño Rodríguez Ibarra, cree que las primarias son “algo muy peligroso”, porque divide internamente al partido y favorece a las élites. Incluso ha sentenciado que “o el PSOE acaba con las primarias, o las primarias acaban con el PSOE”. Lo cual no casa con la investigación del sociólogo Ignacio Urquizu, quien en el libro Pactar para gobernar, de Josep María Reniu, sostiene que, tras analizar las trece experiencias de elecciones primarias en las autonomías llevadas a cabo en España entre 1998 y 2011, que si el partido en la oposición hace primarias, la probabilidad de que el partido gobernante siga en el poder se reduce entre un 42 y un 59%. También opina que este modelo de participación constituye una palanca muy favorable para la movilización del electorado y la promoción del candidato electo. A reservas de lo que decida Rubalcaba, que siempre tendrá un as en la manga para favorecer la opción que más le convenga, incluso la suya propia, en estos momentos no hay ninguna candidatura segura, salvo la de Carmen Chacón. Patxi López, Eduardo Madina, Juan Fernando López Aguilar o Emiliano García Page son nombres que circulan, pero sin plena seguridad. A estos eventuales candidatos se han sumado otros dos jóvenes valores, ambos destacados profesionales: Pedro Sánchez, que coordinó la Conferencia Política del PSOE de noviembre pasado, diputado, economista y profesor de la Universidad Camilo José Cela, y Juan Moscoso, también economista, consultor financiero y profesor. Las elecciones europeas, la evolución del problema catalán, las batallas internas del propio PSOE y del PSC y la política del Gobierno frente a la crisis y algunos de los problemas pendientes marcarán sin duda el devenir del socialismo español, que parece recuperarse ligeramente en las últimas encuestas, tras meses de pérdida de intención de voto y falta de credibilidad. Permanece la duda de si las primarias serán capaces de suscitar un debate de ideas y un proceso de renovación o si, por el contrario, debemos prepararnos para un desfile de candidatos o precandidatos tan pronto terminen las elecciones europeas. Seguramente un Rubalcaba hoy incombustible y redivivo será quien tenga la última palabra.