X
nombre y apellido > Luis Ortega

Víctor Zurita – Por Luis Ortega

   

Avalada por Francisco Martínez Viera, Matías Real González y Víctor Zurita Molina, que asumió la dirección y un tercio de las acciones, el 1 de octubre de 1927, La Tarde proclamó, por primera vez, que la División Provincial, decretada por Primo de Rivera el 21 de septiembre, tras un siglo de pleito, lesionaba los derechos de la hasta entonces capital única y abría otro problema de difícil solución en el Archipiélago. Sólo habían pasado nueve días de la decisión del dictador jerezano, acogida con fiestas en Gran Canaria y protestas institucionales y populares en Tenerife y los promotores del diario, con su rápida actuación y la claridad de sus propósitos se ganaron el inmediato favor ciudadano. Desde entonces y en el curso imparable de la historia, el vespertino mantuvo una estela liberal -en el buen sentido del término- y, tanto en la redacción como en la nómina de colaboradores, juntó firmas de idearios diferentes pero todos al servicio de los intereses tinerfeños y abiertas a un deseable futuro de integración común que, con virtudes y defectos, no llegó hasta la restauración de la democracia. Tal día como hoy, hace cuarenta años, falleció un hombre tan bueno como culto, tan agudo como tolerante y con probada proyección y reconocimiento social porque don Víctor -y el “don” se gana en esta profesión, como en el teatro, a fuerza de sabiduría, autoridad moral y años de eficaz servicio- y su obra más preciada La Tarde entraron con pie firme en la historia. Ocho años después, su periódico desapareció; corría el año 1982 y, tras cuarenta años de mordaza, y una ejemplar transición, un gobierno de izquierdas asumía los destinos del país.

Que Dios me libre del síndrome manriqueño -porque ningún tiempo pasado fue ni puede, ni debe, ser mejor que el presente ni opacar el futuro- pero que me guarde la morriña de un oficio basado en el ingenio y el posibilismo, en el que Zurita Soler fue maestro indiscutible, creador de un estilo culto, serio de fondo y forma y, a la vez, porque el humor es una herramienta precisa en la comunicación, irónico y burlón. Sentimentalmente unido al Grupo del 98, según afirmó Pérez Minik, fue conmilitón a distancia de Ortega y Gasset y de su perspectivismo y un excelente poeta; y es un nombre justamente conservado en los callejeros de su Laguna natal y de Santa Cruz, una fundación movida por sus familiares a fuerza de corazón, una personalidad fundamental de la intelectualidad de nuestro siglo XX, una asignatura rica y pendiente del estudio global que le haga justicia y, para quien esto escribe, un referente del periodismo y la decencia que, en todo momento, lo debe inspirar.