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Vuelven Los Sabandeños – Por Juan Manuel Bethencourt

   

Vuelven Los Sabandeños, aunque en realidad nunca se van, pues hablamos de una formación que, tras décadas de trayectoria, mantiene un pulso vital formidable. El pasado domingo se veía a Elfidio Alonso visiblemente afectado por un gripazo, allí en el escenario del lagunero Teatro Leal, casi lleno de un público fiel al exponente de la música canaria por excelencia. De Elfidio siempre me ha admirado su excepcional registro como conversador, habilidad deudora de su trayectoria singular como periodista, escritor, folclorista, político, polemista de todos los asuntos citados y los que se tercien. A su favor, catarros al margen, tiene la genética de una familia como la suya, marcada por la vitalidad y el pulso intelectual más allá de la senectud; el pasado domingo recordamos haber compartido hace unos años el almuerzo del centenario de su tía María Rosa, aún entonces en vida. En el epílogo de la actuación, fue Benito Cabrera quien citó al director de Los Sabandeños como ese agitador permanente que alienta la supervivencia de la banda, en épocas de estabilidad y en tiempos de zozobra. Ahora atraviesan un buen momento, con una adecuada combinación de ilustres veteranos y voces jóvenes de rasgo atronador, las que adornan el nuevo trabajo discográfico, Patrimonio, dedicado a todas aquellas músicas singulares que, precisamente por estar dotadas de una poderosa identidad, han alcanzado dimensión mundial y han recibido por ello el galardón de la Unesco que hace década y media también obtuvo la Ciudad de los Adelantados. Por ahí se cuela también el silbo de La Gomera, ese medio de comunicación ancestral con el que, en palabras de su actual cuidador, Rogelio Botanz, “se puede contar el Quijote; otra cosa es que se entienda”. Hay géneros con los que resulta difícil atreverse, aunque Los Sabandeños tienen oficio en el salto desde la música canaria a los ritmos de otras latitudes, con especial predilección por la siempre amada Latinoamérica, por los poderosos ritmos andinos o las melodías perfectas de Ernesto Lecuona. El fado es un canto triste pero amable, mucho más atrevido es el salto al zorongo gitano, porque el flamenco es tan peculiar en sí mismo que resulta en extremo difícil versionarlo, te puede quedar “muy gallego”, como le dijo a Benito Cabrera uno de los protagonistas indirectos de Patrimonio, el guitarrista Juan Manuel Cañizares, quien quedó no obstante complacido con la experiencia y envió a Los Sabandeños un mensaje de felicitación el día de su puesta de largo en su sede predilecta. Ahora las mantas esperanceras se van de gira, con Oporto y Lisboa como destinos inmediatos. Mucha suerte.

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