X
soliloquios > Ramiro Cuende Tascón

La ecuación occidental – Por Ramiro Cuende Tascón

   

Un horror. Cristiano igual a católico, igual a romano, un fiasco, casi mejor una igualdad perniciosa, que se estableció en Europa progresivamente de la mano de Carlomagno. Como nos contó Hans Küng en La iglesia católica, uno de sus libros, el emperador citado, señor del imperio, sentía de un modo teocrático que también era señor de la iglesia. Más aun, y, dado que estaba desprovisto de escrúpulos, ni morales ni religiosos, impuso su cristianismo a costa de costosas y crueles guerras, hasta conseguir no la unidad, lograr la división de Europa. Algo parecido está pasando en nuestro país, con los iluminados que dirigen nuestra vida, destinos que se reparten de común acuerdo personajes como Rouco el Señor de los suyosx o Mariano el Celta. Siguen queriendo imponernos por sus santos bemoles su teocracia disfrazada de democracia. Y, esto de la teocracia ¿de qué va? Pues sencillo, la RAE lo tiene claro, no es ni más ni menos que un gobierno ejercido directamente por Dios, o, más claro, si cabe, una sociedad en que la autoridad política, considerada emanada de Dios, se ejerce por sus ministros ¿Le suena? Una licencia. El sábado pasado conocí a una familia, una tribu tan sería como divertida, por descontado atenta. Se refugian y descansan en un lugar en ninguna parte, al que se llega si encuentras y pasas junto a una higuera agotada de regalar frescor, casi artrítica de rogar una gota de agua. Disfrutan viviendo, lo transmiten, les gusta existir. Estando allí, cayeron en mis manos tres libros de colores, cuentos que leeré en voz alta. En la contraportada de uno de ellos leí: “Atrévete a soñar en colores y transforma tu ciudad; tu hogar, tu barrio y tu escuela en lugares mágicos, en bosques que bailan. Si estiras las orejas con humildad descubrirás en los libros el sabor de los besos.” Lo escribió Andrés, un señor niño, otro loco de los libros al que tuve la suerte de conocer entre los suyos. Un señor con ojos de crio que transmite con pasión sus pasiones; sus chicas -tres-, su gente, sus letras, y sus libros. Recordé, “Qué suerte he tenido de nacer, para callar cuando habla el que más sabe, aprender a escuchar, ésa es la clave, si se tiene intenciones de saber.” Lo intento ¡Ah!, me olvidaba los animales son mucho más nobles, a pesar de su natural conducta para la supervivencia que estos animales humanos que viven bajo el protectorado de un impuro e inmaculado salvoconducto que solo sirve a sórdidos intereses de pobres mercachifles.