Desde que te fuiste, mis manos están frÃas. Ahora que no estás, no quiero dormir; lo único que me consuela es dormir. Desde que te fuiste, querida justicia, las risas suenan a dolor. Con tu ausencia mis palabras han dejado de ser. Desde que te fuiste, tus palabras no son. Y es que, ahora que no estás, eres más que cuando estabas.
Querida justicia, tú siempre luchaste por que se encontraran mundo y soledad; lo conseguiste solo por un momento porque mundo siempre fue egoÃsta, ególatra sin malas intenciones. Mundo pensaba en sà mismo porque abarcaba tanto que creÃa que serÃa suficiente. Soledad, sin embargo, nunca creyó que hubiera que quererse para querer. Y asà se quedó, sola ante (el) mundo.
Tú, querida justicia, no conseguiste que el principio se transformara en origen y el fin en plenitud. Dejaste morir a quien no habÃa completado lo que estaba llamado a ser y evitaste sustentar vidas suficientes.
Desde que te fuiste, olvido. Y es que prefiero olvidar a recordarte constantemente. Sé que no fue tu elección, no te culpo. Ahora ya sé que te entregaste por nosotros. Y este es el resultado.
Pero no temas, querida justicia, aún hay algunos que no te niegan y luchan para que vuelvas. Tras tu huida hemos dudado en seguir. Sin embargo, hoy seguimos (dudando).