A. M. G. | Santa Cruz de Tenerife
El Obispado de Tenerife va camino de cumplir dos siglos de historia. Según cuentan los cronistas, la primera diócesis de Canarias, el denominado Obispado de las Islas de la Fortuna, fue erigido por el papa Clemente VI el 7 de noviembre de 1351, en Telde, antes de la Conquista de las Islas, y perdió su continuidad tras el martirio de 13 sacerdotes a manos de los nativos. Su propósito era realizar labores de evangelización. Aparte del de Telde, durante la Conquista de Canarias se fundó otro obispado, por la vía de los hechos consumados, el de San Marcial del Rubicón, en Lanzarote (de ahí el nombre Rubicense), posteriormente trasladado a Las Palmas de Gran Canaria. Por esta última sede a la actual le viene el nombre de Diócesis Canariense.
Hoy, aunque el nombre oficial sigue siendo Diócesis de Canarias, ese sentido original ya no es válido, pues en 1819 fue creada la Diócesis de Tenerife (también Nivariense o de San Cristóbal de La Laguna) que rige hoy la mitad occidental de Canarias. Con dicha decisión la Iglesia se adelantaba a los conflictos originados en la provincia de Canarias, que derivaron en el pleito insular, y se manifiesta en el ámbito eclesiástico en la lucha por el concepto de la patrona de Canarias (vírgenes de Candelaria y del Pino). No obstante, el Obispado de Tenerife perdió un pleito contra el de Las Palmas de Gran Canaria en el que solicitaba el cambio de nombre de este de Diócesis de Canarias a Diócesis de Canaria. De iure, pero no de facto, volvió a ser la única Diócesis de las Islas Canarias desde el traslado de D. Luis Folgueras y Sión de Tenerife a Granada (1847) hasta el restablecimiento de la Diócesis Nivariense en 1877.
La Diócesis de Canarias llegó a incluir no solo a todo el Archipiélago canario, sino también el territorio de Ifni, la isla de Fernando Poo y Guinea Ecuatorial. Este Obispado era el único existente y administraba la totalidad del Archipiélago, hasta que en 1819 fue creada la Diócesis Nivariense. En el reinado de Alfonso XII, restauradas las relaciones entre España y la Santa Sede, se procede al cumplimiento del Concordato de 1851, pero habiendo sido transformada la Diócesis de Ciudad Real en Priorato de Órdenes Militares, el Vaticano exige que se mantenga una de las diócesis condenadas a desaparecer, y la bula Ad Apostolicam, de 1875, declara que “no se llevará a efecto,… la unión de la Diócesis de Tenerife con la de Canarias” y que “no tendrá efecto el nombramiento de Obispo Auxiliar para Tenerife”. Al final, tras varios intentos fallidos de nombramiento de obispo, resultó nombrado D. Ildefonso Infante y Macías, en 1877.