No es fácil abrir un torneo de este nivel, que se lo pregunten al siempre fiable Gran Canaria, y el Iberostar Tenerife comenzó su duelo contra el Barcelona con toda la energía y concentración necesaria para plantar cara a un transatlántico como el blaugrana. Hasta que el físico duró, y las forzadas rotaciones aparecieron, estuvieron en pie los aurinegros. Luego, fue imposible. La calidad y cordura de Uriz, la actividad incansable de Sikma y los destellos de calidad de Richotti sostuvieron al conjunto lagunero durante el primer acto. Sin obviar la defensa de Saúl Blanco sobre Navarro.
La sangría en el rebote fue total en el segundo periodo. ¡Hasta 8 rebotes ofensivos capturó el equipo de Pascual en esos diez minutos! La defensa fue dando pasos atrás, y el club lagunero pasó a sentirse dominado y empequeñecido con el paso del tiempo. No es la capacidad atlética virtud aurinegra, y los relevos a los titulares acentúan dicha carencia. Solo el acierto en el tiro de tres puntos podría suplir tan notable desventaja física, pero no era el día. El descanso supuso un respiro necesario y reparador. Los tinerfeños salieron dispuestos a dar lo último que tenían. Las fuerzas duraron poco. El “espacio aéreo” fue controlado por el Barcelona, que sabedor de no tener oposición sobre el cielo malagueño colgó balones a Dorsey para su disfrute. Los problemas defensivos canaristas en las acciones de bloqueo directo fueron incrementándose, y desde ahí los catalanes hicieron trizas la defensa tinerfeña.
Un equipo que vive de anotar en los primeros segundos de la posesión como el insular, necesita de una mayor aportación de jugadores a su causa. El partido estaba sentenciado. Los ánimos muy bajos. A nadie le gusta que le pasen por encima. Finiquitado el duelo, se me antoja clave reflexionar en varios aspectos. Es justo, y tras la evidencia de la eliminatoria disputada más, que el mérito por la clasificación copera es sobresaliente. Todos tenemos en mente a qué jugador dar más minutos, qué defensa hacer para intentar controlar el ritmo de juego en los instantes de flaqueza, cuándo pedir tiempo muerto, y varias cosas más. Pero, llevar nueve victorias a estas alturas tiene un valor extraordinario. Maneja el Canarias una plantilla mayor, que no vieja. Mantiene un estilo atrevido y sin corsés ofensivos. Y pelea en inferioridad física la mayoría de las veces. Los resultados les respaldan. Si Papadopoulos entiende su vuelta a las canchas como su última oportunidad, la temporada acabará de forma feliz. Aunque no debería nadie esperar al griego como solución de todos los males. Son todos los que forman el plantel los que tienen en la mano, desde la autoexigencia y desterrando la autocomplacencia por lo obtenido, la opción de seguir escribiendo páginas de tanto valor baloncestístico como la clasificación para esta Copa. Hasta mañana.
*ENTRENADOR DE BALONCESTO