A veces creemos que basta con modificar la ley electoral para que se produzcan cambios determinantes es los resultados electorales, capaces de producir gobiernos distintos de los que hoy tenemos. Y no es asÃ: los resultados electorales cambian cuando cambia la sociologÃa electoral, cuando los ciudadanos deciden votar (o no hacerlo) de forma diferente a cómo lo hacÃan con anterioridad. Los sistemas electorales son mejores o peores (el de Canarias es rematadamente malo), pero la polÃtica no cambiará sustancialmente en esta región sólo porque se bajen los topes o se cree una lista regional. Eso provocará alguna modificación en la distribución interna de la representación parlamentaria y hasta puede hacer surgir una clase polÃtica más regional, menos insularizada. Todo eso es importante a largo plazo, pero no modificará sustancialmente el hecho de que Coalición Canaria ha logrado ocupar la centralidad polÃtica y es la que desde -desde hace tres décadas- gobierna Canarias. La modificación de las normas electorales es una cuestión de salud democrática, pero no impedirá que Coalición siga gobernando, al menos no en un espacio breve de tiempo. El elemento que más determina y conforma los resultados electorales suele ser la incidencia de la abstención, un fenómeno que se acrecienta en situaciones de desafección con la polÃtica y lo polÃtico, como los que hoy vivimos. Al contrario de lo que suele creerse- la abstención no es exactamente neutral desde un punto de vista ideológico: en Canarias, en España -y en la práctica totalidad de Europa- la abstención suele afectar mucho más al voto de izquierda que al de derechas. El voto de izquierda es más crÃtico, tiene un componente ácrata del que carece el voto conservador, mucho más fiable. Eso es lo que explica -por ejemplo- la última mayorÃa absoluta del PP, lograda con casi un millón de votos menos de los obtenidos por Zapatero en las elecciones anteriores, dónde sólo tuvo mayorÃa simple. También explica -aunque sólo sea una parte del problema- lo que está ocurriendo en Europa con el rebrote de fuerzas de ultraderecha (en Austria), xenófobas (en Francia) o claramente filofascistas (en Grecia). El crecimiento porcentual del voto al Frente Nacional de la hijÃsima Le Pen en la primera vuelta de las últimas elecciones municipales, éste domingo último, es consecuencia de una abstención cercana al 40 por ciento, la mayor que se produce en Francia desde el final de la guerra. Una abstención fruto de los escándalos, la falta de resultados ante la crisis y la deslegitimación social de la polÃtica tradicional.