La comunidad cristiana comenzó el miércoles un periodo denominado Cuaresma en el que ciertos ejercicios ascéticos predisponen al creyente, según su fe, al encuentro con Dios. Entre ellos está el ayuno, igualmente practicado en otras religiones.
El coaching comprende el cambio interior que se da al ayunar porque concibe al ser humano como un todo en el que tres elementos clave van de la mano: la corporalidad, el estado emocional y el diálogo.
Según Echeverría, Wolk, Maturana y otros autores, estos Tres Hermanos están tan unidos que basta con modificar a uno para que los otros dos se vean afectados. Fíjate: si mantienes una conversación triste (diálogo), sentirás aflicción (estado de ánimo) y las lágrimas correrán por tus mejillas (corporalidad). Por el contrario, un chiste genera alegría que te hace reír.
El ayuno libera al cuerpo de la complejísima tarea de digerir los alimentos, lo que favorece un estado de ánimo propicio a la elevación que se da en el diálogo interno que el creyente mantiene con Dios mediante la oración. Aunque no se compartan las creencias cristianas, de igual modo el ayuno es beneficioso: ¿has notado que cuando enfermas de forma instintiva tu cuerpo rechaza la comida?
Afirma el Dr. Gabriel Cousens: “Tras cuatro días de ayuno, la concentración parece mejorar, el pensamiento creativo se expande, la depresión desaparece, el insomnio se detiene, la ansiedad se desvanece, la mente se vuelve más tranquila y comienza a aparecer una alegría natural. Mi hipótesis es que, cuando las toxinas físicas se eliminan de las células del cerebro, automáticamente la función mental-cerebral mejora y las capacidades espirituales se expanden de manera notable”.