X
OPINIÓN >

Creando revoluciones – Por Sergio García de la Cruz

   

Decía Napoleón Bonaparte que en las revoluciones hay dos clases de personas; las que las hacen y las que se aprovechan de ellas. Esta frase es un reflejo de lo que está ocurriendo en ciertos países. Túnez, Libia, Egipto, Siria y, ahora, Ucrania y Venezuela son lugares en los que las sublevaciones comienzan en plazas de renombre y con una escala de violencia que va de menos a más, países que tienen al frente un dirigente que es más bombardeado desde el exterior que desde el interior y que termina “cayendo”.

Levantamientos sociales que van en aumento, en los que se descubre a radicales especializados en este tipo de revueltas, que incluso llevan y difunden pasquines de cómo se debe vestir y cómo actuar. ¿Qué está ocurriendo verdaderamente? Estos conflictos son el resultado de una bola que se va tejiendo con la presión extranjera que los va minando. Ante esto, nos podríamos plantear la cuestión de si esa intromisión por parte de países extranjeros en un conflicto interno de un país es legítima o y si se trata de un atentado a la soberanía de ese Estado. No nos engañemos, son estratagemas encubiertas, una forma sutil y actual de agresión, actos unilaterales que muchas veces se disfrazan de lucha contra el terrorismo, defensa de los derechos humanos o de la democracia, aunque escuchar que se trata de imponer por la fuerza un sistema democrático suena mal, máxime cuando las imposiciones rompen con el carácter intrínseco de las democracias. Seamos coherentes, el organismo habilitado para la toma de cualquier medida en contra de otro Gobierno es el Consejo de las Naciones Unidas, lo demás viene encubierto bajo una supuesta legitimidad que no existe. Cuestión distinta es que los organismos internacionales deben reestructurarse para buscar la equidad y la defensa como bandera de los derechos humanos.

Al final te das cuenta de que muchos de estos países están sumidos en una situación económica bastante dura, y que a través de estas revoluciones disfrazadas por una falsa imagen de prosperidad futura terminan haciendo que ese país tenga lo que exteriormente se pretendía, pero interiormente está peor. Ante una situación económica que ya de por sí esta desquebrajada, lo peor que puede darse es una conflagración, su posterior recuperación bajo la crisis tan global como la vivimos es extremadamente larga y dura, aunque el después nunca se muestra o no venda, pero les aseguro que es peor que el antes.

Se está descubriendo que la información que contribuye a la formación o al mantenimiento de estos estallidos tiene una gran parte de engaño. Nos bombardean con datos que están hechos para provocar un sentimiento concreto o una actitud errónea. Como decía Victor Hugo, imputar la revolución a los hombres es imputar la marea a las olas.

Estas revoluciones del siglo XXI deben parar, es un doloroso y triste camino que no conduce a ninguna parte, se tiñe de sangre y termina suponiendo la pérdida de vidas humanas. No es la forma correcta y se hace necesaria la búsqueda de alternativas carentes de intereses unilaterales, muchos provenientes de occidente.

www.sergiogarciacruz.com