La reapertura de la Catedral de San Cristóbal de La Laguna nos devuelve el placer de contemplar la mejor creación de Hendrick van Balen (1575-1632), precoz alumno que fue de MartÃn de Vos y Adrián van Noort y, desde 1592, miembro destacado del Gremio de San Lucas de Amberes, la ciudad de su nacimiento, residencia y muerte. Conoció varias capitales europeas y acudió a Roma y Venecia con el firme propósito de aprender las caracterÃsticas y evolución de sus pujantes escuelas. A su regreso y, por su prestigioso taller, pasaron Frans Snyders, Anton van Dyck, Joos de Momper el Joven y Jan Bruegel de Velours, con el que mantuvo una estrecha relación y sociedad en la que éste realizaba las guirnaldas florales y nuestro hombre las simbólicas y voluptuosas figuras. Los tres cuadros expuestos actualmente en el Museo del Prado son precisamente frutos de los afanes comunes de los dos amigos. Quienes le siguieron y cultivaron su trato, valoraron su magisterio, ampliaron conocimientos con los influjos de Palma el Viejo y Carracci, importados de Italia y que alegraron el colorido de la pintura brabanzona, y le secundaron en empeños conjuntos que fueron, sin duda, las cimas del barroco en los PaÃses Bajos del Sur. El profesor MatÃas DÃaz Padrón, una de las máximas autoridades en este campo, atribuyó las siete espléndidas tablas, insertas en el retablo de Los Remedios, patrona de la Diócesis, al exquisito Van Balen, y las reconoció como las encargadas por Pedro Alonso Mazuelos en 1597, cuando el artista, con apenas veintidós años, dirigido por Noort se dedicaba de modo preferente a la temática religiosa. Esta magnÃfica serie, un lujo conservado en una ciudad que es Patrimonio de la Humanidad, y un lienzo de formato medio – 136 x 102 centÃmetros – titulado La Adoración de los Reyes, depositado en la Embajada de España en ParÃs, son las mejores expresiones de su arte en las colecciones del estado y, sobre todo, dos excepciones porque su presencia en los museos de Europa es generalmente profana, con asuntos mitológicos y de gabinete, en los que fue un consumado especialista. El que fuera conservador del Museo del Prado ha reivindicado desde 1995, sin ningún éxito, lamentablemente, la recuperación de este cobre que, sin pena ni gloria, permanece en la delegación diplomática desde 1882, y que, por su argumento y calidad, tendrÃa lugar de privilegio en la colección permanente y para reforzar el escueto catálogo de pintores inmediatamente anteriores a Pedro Pablo Rubens.