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Hipócritas – Por Pedro Murillo

   

Acaba una semana extraña y convulsa en la que se ha concitado el patriotismo más rancio con la rabia ciudadana. Cuando aún resuenan los golpes de pecho y estruendosos taconazos de aquellos que culminaron una transición a medida de un pueblo malherido por el miedo y la miseria, medio país se derramaba en las calles para demostrar su hartazgo ante la sangría de derechos. La muerte de un político del consenso, con sus luces y sombras pero de indudable trascendencia puso de manifiesto la hipocresía vomitiva y rancia de una clase política que parece no pisar la calle más que para celebrar funerales de Estado. Las proclamas democráticas fluían a borbotones mientras una de las mayores manifestaciones desde las protestas por la Guerra de Irak quedaba silenciada y eclipsada en un segundo plano, aplastada por una losa de exequias y parafernalia. El ejemplo de Suárez y la transición, minusválida pero apertura democrática al fin y al cabo, se vio empañado por el comportamiento zafio y mezquino de un Gobierno que no entiende que la calle es de los ciudadanos y que el espacio democrático va más allá de las urnas y las teles de plasma. En mitad de aquel inmenso teatrillo funerario, los medios olvidamos lo ocurrido el día anterior, el éxito de las manifestaciones de protestas de estudiantes sin beca, dependientes sin ayudas, desahuciados, mujeres sin derechos, pensionistas empobrecidos y parados. Nuevamente se ejemplificaba esa iconografía dicotómica tan hispánica: un país sin futuro y reprimido y otro en una opereta fúnebre masturbatoria. No niego que Suárez mereciera honores de Estado pero el mejor homenaje hubiera sido demostrar un poco de humildad y escuchar la voz de una ciudadanía que reivindica ese consenso que no está confinado en un féretro abrigado de banderas sino en el diálogo social y la democracia activa. De la noche a la mañana en este país nos volvimos viejas de velatorio y nos sentamos ante el televisor para ver pasar al muerto sin saber que quien se está muriendo es nuestro propio sistema de garantías democráticas.