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Un hombre para la historia – Por Antonio Alarcó

   

Este puede ser uno de los artículos de opinión más difíciles que hemos escrito ya que poder plasmar en este espacio lo que ha significado Adolfo Suárez para la historia de España se torna una tarea complicada si tenemos en cuenta que hablamos del piloto de la Transición.

Fue nombrado primer presidente del Gobierno de España por el rey Juan Carlos I en 1976, convirtiéndose así en el hombre de confianza del monarca y ambos protagonistas indiscutibles en la elaboración de las bases jurídicas y políticas del nuevo sistema democrático, que venía gestándose discretamente algún tiempo antes de que Juan Carlos fuera proclamado rey.

En su discurso de presentación Suárez afirmó que pertenecía por convicción y talante a una mayoría de ciudadanos que deseaba hablar un lenguaje moderado, de concordia y conciliación. Sus palabras no podían ser más sinceras y a la altura de un hombre que sabía que tenía que liderar con valentía y astucia el reto de desmantelar años de dictadura.

Como ejemplo sirva la Ley de la Reforma Política, la legalización de todos los partidos políticos y de los sindicatos. Pruebas inequívocas de que nuestro País comenzaba un periodo de cambios que lideraba un joven con gran compromiso social que puso su ambición al servicio de España y los españoles.

El 15 de junio de 1977, tras la celebración de las primeras elecciones generales libres, Adolfo Suárez cumplía su sueño. Así se relata en el libro de Fernando Ónega, Puedo prometer y prometo, donde el autor cuenta que un joven Suárez le declaró a Juan Luis Cebrián en una entrevista que publicó el periódico El País que toda su vida soñó con ser presidente del Gobierno.

Nosotros votamos por primera vez, y como todas las primeras veces, es algo que no se olvida. Suárez pondría todo su empeño en demostrar que era un hombre que creía en la libertad y en la democracia. En su famoso discurso para pedir el voto para esos comicios había anunciado aquello de puedo prometer, y prometo, intentar elaborar una Constitución en colaboración con todos los grupos representados en las Cortes, cualquiera que sea su número de escaños. Y lo cumplió con la aprobación en referéndum de la Constitución del 6 de diciembre de 1978.

Hemos leído en alguna crónica críticas veladas por la etapa en la que tocó vivir. Aún así, nosotros creemos que nacer en una dictadura es una desgracia como otra cualquiera, porque uno no elige cuando nace ni dónde nace, y sólo las personas como Suárez saben sacar su lado positivo.

Él como baluarte del compromiso social, el diálogo y la concordia. Luchó siempre por la defensa de la democracia y propició la descentralización del Estado hacia las autonomías pero sin perder de vista la unidad de España. Si tuviéramos que elegir una palabra para definirlo, no tendríamos ninguna duda: consenso.

El hombre que marcó la historia supo tener una actitud conciliadora con aquellos que recelaban de su papel para liderar la Transición. Supo ganarse la confianza de los españoles con su honestidad y llamando a cada cosa por su nombre. Sirva de ejemplo su discurso como candidato a las elecciones donde ante el terrorismo, la inflación y el desempleo que marcaban la realidad de nuestro país, Suárez se dirigió a los ciudadanos para pedirles esfuerzo y trabajo para hacer una España mejor. Producto de esta idea nacieron los tan necesarios Pactos de la Moncloa.

No siempre fue bien tratado, no siempre reconocido y además algunos de los reconocimientos llegaron tarde, cuando ya no era consciente… qué pena.

Sin embargo, la gratitud de los españoles hacia Suárez quedó patente en el funeral de Estado que se ha celebrado esta semana. El presidente que no recordaba que lo había sido ha logrado la unidad en torno a su figura.

La concordia fue posible. Descanse en paz.

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