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La mala agua – Por Agustín M. González

   

Desde hace más de un año, unos 14.000 vecinos de siete barrios y núcleos de Puerto de la Cruz están sufriendo de forma casi permanente restricciones en el servicio de abastecimiento del agua por problemas de turbidez y mala calidad, constatada y advertida por la Dirección General de Salud Pública del Gobierno de Canarias. Esto ya de por sí es una barbaridad en los tiempos en que vivimos y en una ciudad turística de esta categoría. Pero más lamentable e inadmisible aún es el hecho de que se trata de un servicio concesionado a una empresa privada, Aqualia, que cobra a los portuenses una de las tarifas de agua más altas de la Isla. Una vez más, se cae el mito de la infalible eficacia de los gestores privados. La solución provisional ha sido instalar grandes bidones de agua en los barrios, en plena calle -con el grifo a la altura de cualquier perro que levante la patita-, para que los vecinos puedan abastecerse de agua potable. Las fotos publicadas en la prensa local parecen escenas captadas en países del Tercer Mundo. Mientras sigue saliendo chocolate por los grifos de los hogares de miles de vecinos, el Ayuntamiento se muestra incapaz de encontrar una solución, ni de obligar a la empresa a que la busque ya, empresa que, por no querer, hasta se niega a aceptar la compensación a los vecinos afectados con una rebaja en las tarifas, por prestarles un servicio que no tiene la mínima calidad exigible. Tanta mala agua ha terminado por provocar la mala leche de los indignados ciudadanos que, hartos del maltrato empresarial y de la desidia municipal, han decidido constituir una plataforma cívica e iniciar movilizaciones. El agua es un servicio básico para las personas y el problema que existe en el Puerto es una cuestión de salud pública, que requiere una actuación rápida y eficaz de los responsables. Con la salud no se juega. Por eso, la tardanza en buscar una solución a esta incidencia es tan incomprensible como irresponsable. Ayuntamiento y Aqualia se pasan la pelota, poniendo en riesgo la salud de muchas personas y haciendo un daño gravísimo a la imagen y al prestigio de la ciudad turística. Vergonzoso y vergonzante.