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Una nueva diplomacia – Por Juan Carlos Acosta

   

Uno de los aspectos más inciertos en Europa a la hora de recomendar el comercio exterior extracomunitario estriba en la desprotección que para las inversiones suelen ofrecer los países en vías de desarrollo. Siendo así, sin embargo las exportaciones han sido colocadas por los mercados avanzados que más sufren la crisis financiera internacional como la clave de la recuperación por encima de otras consideraciones. Al margen de cualquier interpretación posible respecto al panorama económico mundial, soy de los que opinan que hemos llegado a un escenario global en el que hay muchos elementos nuevos a los que no estábamos acostumbrados hace unos pocos años y que esa tendencia, lejos de remitir, va a hacerse gradualmente más patente. La deslocalización de las transacciones por la pujanza de las potencias emergentes, sobre todo las asiáticas, han acabado con los monopolios de los que disfrutaba Occidente para imponer sus producciones sin apenas competencia, debido en gran medida a la ausencia de otras industrias organizadas en las postrimerías del siglo pasado. La ecuación era sencilla. Una pequeña parte de los estados formaban ese club de capital cerrado en el que se manufacturaba todo lo que podía consumirse dentro y fuera de sus fronteras, pero frecuentemente con las materias primas del resto de economías que permanecieron desestructuradas por múltiples derivaciones de la política de bloques. Hoy en día, hasta Estados Unidos está sufriendo esas consecuencias, y prueba de ello son las crecientes criticas internas contra la Reserva Federal por la retirada de sus inyecciones de dinero, a través las compras de bonos del Tesoro o títulos hipotecarios, que han dejado tras de sí el rastro de la debilidad actual de sus números. Creo que España debe prepararse para competir abiertamente con sus activos y diferenciales respecto al resto del mundo pero que, para ello, es indispensable que ajuste su diplomacia orgánica a un estadio también mucho más competitivo con el reforzamiento de sus equipos jurídicos con que defender de cerca la internacionalización de las empresas, sobre todo de las pymes, pues los grandes grupos, muy potenciados por la polarización financiera del país, ya vuelan por su cuenta y tienen poderosos gabinetes especializados en las reclamación de sus intereses. Que África ofrece muchas oportunidades es un hecho cada vez más contrastado en las cuentas de resultados de las multinacionales, pero también que es necesario acompañar la aventura con los pies en el suelo y con el respaldo de un estado que vele por los intereses de la inversión nacional allá a donde se dirija. Si no, será imposible.