El alegato, absolutamente previsible, de Mariano Rajoy en el Debate sobre el Estado de la Nación señala a la recuperación económica como gran activo del PP dos años y medio después de haber alcanzado el poder con mayorÃa absoluta. Tras haber volatilizado desde primera hora su programa electoral, porque esta crisis no tenÃa ni tiene nada que ver con la de los años noventa, el presidente del Gobierno central se encomienda a los señuelos: promete que la creación de empleo volverá, aunque no se sabe cuánto ni sobre todo cuándo; anuncia rebajas de impuestos para, claro está, el año electoral, aunque el endeudamiento del Reino de España no ha dejado de crecer y alcanza ya registros récord. La mejorÃa en la prima de riesgo, por la acción coordinada del Banco Central Europeo, es un buen argumento, pero no sienta las bases de la recuperación económica. Para lograrlo son precisas medidas de corte expansivo a escala comunitaria que el Gobierno alemán, muy satisfecho con su déficit cero, no está dispuesto a permitir. Ahora mismo el triunfalismo del PP está poco justificado: lo peor ha pasado, el rescate ya no es una amenaza, para empezar porque no lo es para ningún Estado de la zona euro. Pero el resto de indicadores se mantiene igual, y lo peor es que estarán asà durante bastante tiempo. No hay un crecimiento de la demanda interna en perspectiva, si acaso las empresas ya han producido su devaluación interna -menores márgenes, menos empleados-, y sin duda es el sector financiero el mayor beneficiado por las medidas anticrisis tomadas en España y Europa. Cruel paradoja: el auxilio más consistente, la gran medida intervencionista del mandato de Rajoy, han sido los 40.000 millones de euros que la UE nos ha prestado a todos -somos todos los españoles los obligados a pagar la factura,con sus correspondientes intereses- para sanear los errores de la etapa precedente. Esta mochila habrá que soltarla poco a poco, con un enorme sacrificio colectivo que a su vez compromete el vigor de esa recuperación económica tan endeble como bien publicitada. Hay múltiples ejemplos de recesiones que no vienen continuadas por un frenesà del crecimiento, sino con una década entera de comportamiento letárgico de la economÃa. Y las reformas que podrÃan evitarlo, las de verdad, las que se tienen que adoptar en BerlÃn, Bruselas, Fráncfort y Madrid, están muy lejos de la agenda polÃtica. Es entendible el empeño de Rajoy por explicarse a sà mismo como el hombre que evitó el desastre; desde el punto de vista electoral, se trata de un recurso obvio. Pero, experto como es, debe conocer la clamorosa discrepancia entre propaganda y realidad.