Con los síntomas los que llevan al galeno al diagnóstico, y no al revés. De esa forma tan sencilla y lógica se analizan las pruebas para llegar a determinar el mal que aqueja al enfermo o al desafortunado paciente, mucho más resignado por supuesto si es sometido a ese vía crucis que es el Servicio Canario de la Salud. Pues lo mismo, pero al contrario, parece ocurrir también con las regiones que, como Canarias, han crecido con todas las bendiciones geográficas y climáticas habidas y por haber. Un paraíso para algunos, un pueblo grande para otros; o un pueblo chico, infierno grande, para los más lúcidos. Reconozco que cada día me siento más empujado a pensar, y ya tengo bastantes lustros para hacerlo con fundamento, que estas islas afortunadas nos han hecho tan desafortunados que nos hemos acostumbrado a vivir como rentistas apoltronados en nuestra gran suerte y hemos perdido el sentido del olfato, la inventiva, el trabajo y la audacia, si es que alguna vez la hubo. Así es que asistimos un día sí y otro también al jueguito de armar cositas que suenan bien solo para entretenernos y para creer que laboramos algo en este cotarro que no hay quien entienda. Lo digo, sin ir más lejos, porque a África se han hartado de vendérnosla en los discursos como una oportunidad para las Islas, a veces, cuando recibimos fondos económicos europeos, pero no cuando hay que pasar del circulito y la tiza a las gráficas y los retos. También nos hicimos los locos cuando los de siempre se arrayaron el millo con la caña en ristre o cuando lo hacen con las bonificaciones fiscales destinadas a promover la inversión para el progreso y el empleo. Culpamos de ello a la norma y no al que controla el entramado, por permitir la impunidad y la corrupción. Estimo en este punto que la Reserva de Inversiones en Canarias (RIC) nunca ha sido una mala iniciativa, sino que ha sido fagocitada por la impenitente arteria caciquil de las Islas, irreductible al desánimo y alimentada por el poder político desde los tiempos de la Conquista. Admito que me ha parecido interesante la propuesta de invertir la RIC en la internacionalización empresarial en África, al margen de dónde haya surgido la idea. Digo que pienso que va en la línea de las políticas africanistas que debiera estar asumiendo este Gobierno autónomo, que amaga y proclama pero que se contradice a cada paso, porque contribuiría a crear el escenario preciso para abrir nuevos cauces a nuestro modelo económico a través del desarrollo de los países vecinos, cantado para todo el mundo menos en nuestra cantina, en base a nuevas especializaciones que podrían liderar nuestros jóvenes, eso sí, liberados de la magua archipielágica. Así que, papel y lápiz, y chico fuera.
(Juan_Carlos_Acosta)