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Los riesgos del carisma / Es mejor que no haya – Por Juan Manuel Bethencourt / Juan Cruz

   

Los riesgos del carisma – Juan Manuel Bethencourt

No hay nada más peligroso que suceder a un carismático. Estos personajes son poco convencionales y su gobierno es de estilo personal y está marcado por el desvarío de sus personalidades. Con frecuencia dejan caos tras de sí. La persona que le sigue encuentra un desastre que, sin embargo, la gente no ve. Han perdido a su inspirador y culpan a su sucesor”. Esta reflexión, querido Juan, corresponde a Robert Greene, un ensayista que hace década y media hizo cierta fortuna literaria como teórico del poder en sus diferentes manifestaciones. Cae ahora en mis manos en uno de esos procesos de relectura ocasional que bien conoces, y me conduce directamente a Venezuela, país hermano que vive en la actualidad una situación, efectivamente, caótica. Me lo dijo hace dos años un amigo canario-venezolano confiscado por el anterior mandatario: “¿Hugo Chávez? Nos ha hecho mucho daño, a mi familia le ha quitado todo, el trabajo de mi padre durante décadas, pero le reconozco su talento. Si gana las elecciones es por algo. Me preocupa el futuro, lo que viene detrás, porque es mucho peor”. Nicolás Maduro, el sucesor del carismático militar-presidente, intenta aplicar la misma épica de la resistencia en un país donde el descontento se dispara por la escasez lacerante de bienes básicos. Y lo hace de un modo tan chabacano que ha despertado a la calle, a su vez azuzada por otro carismático de nuevo cuño, pero este de orientación política opuesta. La detención de Leopoldo López supone el encumbramiento como estrella de este alcalde joven y de óptimas credenciales -economista de Harvard, deportista, excelente orador- para consolidarse como gran amenaza opositora al régimen que torpemente trata de sostener el chavismo sin Chávez. Tengo que añadir, no obstante, que me rechina el estilo redentorista del carismático López. Una gran colisión, que no transición, entre pasado y futuro está a punto de producirse en las calles de las ciudades venezolanas. Y las impresiones que tengo no son buenas.

Es mejor que no haya – Juan Cruz

Ya sabes lo que pienso de la exacerbación de las patrias; la ultraderecha las quiere para ellos. Ya ves a los Le Pain en Francia, a Berlusconi y a los suyos en Italia, a los ultraderechistas del mundo, que quieren poner pinchos en sus fronteras para que se hieran los débiles que tocan a la puerta. A ese concepto ultraderechista de la patria como elemento vertebrador de la reacción internacional contra los seres humanos que nacieron fuera de sus fronteras y aspiran a integrarse en sociedades más interesantes para su porvenir que aquellos lugares de miseria de donde proviene, se junta ahora, como se juntó siempre, la figura del líder carismático. Ocurre en ese ámbito del racismo y la xenofobia y se da también en otras zonas de la vida de los países. Hitler fue un líder carismático, que actuó contra la raza judía levantando una bandera cuya defensa se hizo a base de matanzas horribles. Franco fue un líder carismático que los suyos siguieron por el carisma que para ellos representaba, aunque muchos se burlaban (y nos burlábamos) de los aspectos más débiles de su personalidad repulsiva. En la época de Franco se dibujaba la figura de un carisma, el de Fraga, que explotó hasta la parodia las facultades que él creía que le iban a dar satisfacciones en la era democrática. Y tuvo que irse a Galicia, porque era un cacique que allí podía mostrar intacto el carisma que sólo se alimenta en sociedades cerradas y agrícolas. Luego tuvimos a Aznar, en la época democrática; sus errores se juntaron a su ansiedad de carisma. Le dijo a Pedro J, según contó Pedro J, tras el atentado que ETA perpetró contra él: “¿Y ahora qué, al fin tengo carisma?”. El mejor carisma es el que no existe. En nombre del carisma se cometen errores que a veces ponen en peligro la convivencia de los pueblos. Y sí, esos ejemplos que pones están muy bien puestos. Lo que pasa es que hay gente que no pierde la ocasión de decir que el carisma es el aura de los héroes. Y no son héroes, son fantoches en busca de carisma.