Recientemente hemos conocido la feliz noticia de que el Papa Francisco canonizará, a comienzos de abril, a un hijo ilustre de nuestra diócesis, nacido en San Cristóbal de La Laguna: el beato José de Anchieta. Esta buena nueva nos ha llenado a todos de gran alegría. El Padre Anchieta, apóstol de Brasil, será así el segundo santo canario. Misionero y catequista, pedagogo, poeta, conocedor y transmisor de las lenguas y las costumbres de los indígenas, experto en cuestiones de naturaleza y en los secretos de las hierbas medicinales, buen diplomático en momentos de singular trascendencia, fundador de grandes ciudades, etc. Todo eso y más hacen de él una personalidad rica y fecunda. El ejemplo de su vida nos ha de estimular a cada uno, en estos momentos, a seguir más de cerca al que fue la razón de su vida y misión: Jesucristo.
Este hecho se produce justo antes de que comience, durante la semana del 3 al 8 de marzo, junto con otros obispos de España, la Visita ad Limina Apostolorum que, de acuerdo con una antigua tradición, los obispos debemos hacer cada cinco años para honrar los sepulcros de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y encontrarnos con el sucesor de Pedro, actualmente el Papa Francisco, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal. Allí tendré oportunidad de agradecer personalmente al Santo Padre la profunda gratitud y satisfacción que la decisión de canonizar a Anchieta ha supuesto para nosotros.
Para nuestra diócesis, la última visita ad limina fue el año 2005 y la realizó mi predecesor, de feliz memoria, nuestro querido D. Felipe Fernández. En septiembre de ese mismo año, fui ordenado obispo y después de ocho años al frente de la Diócesis Nivariense, ésta es mi primera visita ad limina. Voy a ella con mucha ilusión y espero, con la gracia de Dios, obtener abundantes frutos espirituales. La expresión latina ad limina tiene difícil traducción al castellano, pero la más aproximada sería “al umbral” o “ante la entrada” y, en nuestro caso, significa que los obispos hacemos la visita “a los umbrales de las tumbas de San Pedro y San Pablo” para venerarlos, celebrar allí la Santa Misa y rezar el Credo de nuestra fe. La visita, en sus diferentes momentos litúrgicos, pastorales y de fraterno intercambio, tiene un preciso significado para el obispo: acrecentar su sentido de responsabilidad como Sucesor de los Apóstoles y fortalecer su comunión con el Sucesor de Pedro, nuestro Papa Francisco, que es el principio y fundamento visible de la unidad de toda la Iglesia. La figura del Papa nos recuerda que no estamos solos sino que, por la fe y el bautismo, formamos la gran familia de los hijos de Dios que es la Iglesia extendida por toda la tierra, con gentes de toda lengua, raza y condición. Aunque está asentada en distintos países y regiones del mundo, la Iglesia no tiene fronteras, pues los fieles cristianos estamos unidos por la misma fe en un solo Dios y Padre, en un solo Señor Jesucristo y en un mismo Espíritu.
Por eso, la visita constituye un momento importante para la vida de la misma Iglesia Diocesana, la cual, por medio del obispo, consolida los vínculos de fe, de comunión y de disciplina que la unen a la Iglesia de Roma y al entero cuerpo eclesial. Dicha visita, también, representa un momento fundamental para el ministerio del Papa que recibe a los obispos, no sólo como expresión de mutuo afecto sino, también, para tratar con ellos las cuestiones que se refieren a su misión eclesial y pedir la cooperación de las iglesias diocesanas del mundo entero con la Iglesia de Roma, que las preside a todas en la caridad. Antes de realizar la visita, hemos enviado a Roma un informe extenso sobre el estado de nuestra diócesis en los últimos ocho años y nuestras perspectivas de futuro. A través de este informe, el Papa conoce lo que es la vida de la diócesis y puede ofrecernos una palabra de luz y de aliento para seguir adelante con la misión evangelizadora que el Señor nos encomendó.
Queridos hermanos y hermanas, les invito a todos a dar gracias por la canonización del Padre Anchieta, y a unirse de corazón a esta visita ad limina. “Vengan” espiritualmente conmigo a Roma para renovar juntos nuestra fe común, el amor a nuestra madre la Iglesia y la adhesión a la persona y el ministerio del Papa Francisco. En Roma pediré, para mí y para todos ustedes, la fuerza y valentía que tuvieron los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, para testimoniar la fe en Nuestro Señor Jesucristo con autenticidad y perseverancia.
Bernardo Álvarez Afonso es Obispo Nivariense