X
la esquina >

Rostros de piedra – Por Claudio Andrada Félix

   

Decía mi madre que hay gente que no tiene vergüenza ni sabe del color que es. Y es que cuando uno lee que España recibió en septiembre del año pasado el premio considerado como el “Nobel” de la Discapacidad, a más de uno se le tendría que haber puesto la cara colorada por haber servido de comparsa, tanto desde las más altas instancias, como la ministra de Sanidad, Ana Mato (la que no sabía que tenía un jaguar en su garaje), que al parecer no “conocía, sabía o le constaban” las actividades encausadas de su marido, como de la propia Reina Doña Sofía, presidenta de la Discapacidad en España y que parece, de igual manera, no sabía ni sabe cómo viven los discapacitados en su país tras los numerosos recortes que han sufrido en los últimos años, incluso cuando ya en el pasado mes de septiembre se dejaba sentir el profundo recorte en derechos sociales de los discapacitados que estaba sufriendo España. El silencio y el ocultamiento. Casi no ha salido en los medios, precisamente porque debiera avergonzarles que le hayan dado un premio de tal magnitud y no tener ni un solo mérito para recibirlo. ¿Cuántas familias con discapacitados quieren que les lleve para que le cuenten cómo viven a diario? ¿Cuántos dependientes hay que hacerlos visibles para que comprendan de una vez que el copago de servicios y medicamentos impiden a las familias darles la medicación o atenderlos como se merece cualquier ser humano? Ya en 2013, y más en septiembre, el Gobierno actual había emprendido sus demoledores recortes de derechos, tanto económicos como asistenciales, precisamente sobre el colectivo más frágil de la sociedad: los discapacitados y, en un buen número de ellos, dependientes. Le conceden el premio, dotado con 50.000 euros, cantidad que la Reina destina a Cermi (Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad), y esta institución que vela por los derechos y el cumplimiento de las leyes de inclusión de los discapacitados ¿no se les ocurre denunciar “in situ” la flagrante violación de los derechos humanos de su colectivo y aprovechar la ocasión?

Permítanme que no entienda nada. En aquel momento, como ahora, la actitud no puede ser otra que la de reivindicar que se apliquen y se cumplan esas magníficas leyes que no se aplican en España y por las que los distinguieron entonces. Esa no aplicación que deja a los discapacitados y a sus familias (fundamentalmente en los casos de dependientes) con cara de no comprender y a algunos de los premiados con un rostro de piedra irrompible.

claudioandrada1959@gmail.com