El Constitucional ha avalado la decisión de las Cortes de Castilla-La Mancha (a instancias del Gobierno de la señora Cospedal) de suprimir el salario a 42 de los 49 parlamentarios regionales. El tribunal considera que la modificación del reglamento de la Cámara para que no cobre un sueldo la mayorÃa de sus señorÃas no supone necesariamente una limitación al núcleo esencial del derecho a acceder en igualdad de condiciones a cargos públicos, derecho amparado por la Constitución del 78 en su artÃculo 23. La sentencia ha reabierto el debate sobre la retribución a los cargos públicos electivos, provocando curiosas reacciones, algunas de ellas muy contradictorias. En Canarias, por ejemplo, la portavoz del grupo popular, MarÃa Australia Navarro, apoya la decisión de Castilla-La Mancha, pero es contraria a la medida de suprimir los sueldos a los diputados, porque la insularidad impedirÃa compatibilizar el ejercicio de la actividad parlamentaria con un trabajo. Lo cierto es que algunos diputados regionales de su propio partido compatibilizan perfectamente el ejercicio de su actividad profesional y la parlamentaria, sin necesidad de cobrar un sueldo. El argumento de doña MarÃa Australia no parece que se sostenga mucho, pero tampoco se trata de hacer sangre: sin duda, lo fácil aquà es sumarse a quienes creen que los polÃticos no deben cobrar por su trabajo. Y yo no comparto esa idea. Desde el movimiento cartista de 1838, la reivindicación de que los diputados cobren un salario es una aspiración de las clases trabajadoras. Manuel Fajardo, portavoz del PSOE en Teobaldo Power, ha insistido en la idea de que si se quita el salario a los diputados, sólo se dedicarán a la polÃtica los ricos. Eso es -en esencia- absolutamente cierto. Lo que ocurre es que en los últimos años se ha producido la confluencia de varios fenómenos que hacen que la mayorÃa de la población mire con simpatÃa las medidas restrictivas. A la crisis económica, al engolfamiento y desprestigio polÃtico, se suma también la generalización de las retribuciones, que ha convirtiendo la polÃtica en una carrera. Y también el exceso insensato en las retribuciones y compensaciones: el expresidente francés Nicolás Sarkozy lo deja claro en una conversación filtrada estos dÃas en la prensa de ParÃs, cuando le dice a Carla Bruni que cuando estás en polÃtica ya no hay que pagar nada. Esa es la cuestión oculta tras este debate. El rechazo ciudadano no es sólo por los sueldos, sino por las canonjÃas que premian el ejercicio de la polÃtica, que y convierten a los polÃticos en una casta privilegiada. Eso es lo que hay que corregir, y también la generalización innecesaria de las retribuciones.