Se llama Águeda Montelongo, es joven, del PP y de Fuerteventura y, si no fuera porque esto hoy es algo más habitual de lo razonablemente saludable en tantas y tantas personas de tantos y tantos partidos, se podría decir que colecciona cargos públicos y orgánicos. Montelongo, a veces más gritona de la cuenta, reúne la condición de diputada autonómica por la isla que más se parece a un desierto (y esto sin ofender), de consejera en el Cabildo majorero y de presidenta insular del PP en Fuerteventura. Como se puede contar, no es poco, sino todo lo contrario. Ah, y también es secretaria segunda en la Mesa del Parlamento de Canarias. A todo esto, desde hace nada y como ya había insinuado el profeta Willy García en su reciente y famosa comparecencia ante la comisión parlamentaria de control del ente público RTVC, en este caso en una intervención brusca y violenta, la diputada, consejera insular, presidenta y secretaria ahora suma otra cosa, ésta de mucho peor encaje. Montelongo encadena funciones públicas suficientes como para dar forma a una buena ristra de responsabilidades harto heterogéneas que parecen concebidas para demostrar que el don de la ubicuidad existe y tiene su traslación en un alma que reside en Fuerteventura. La joven política Águeda Montelongo, en algunos pasajes de su vida pública más exaltada de lo recomendable, ahora suma a su lista de denominaciones el latiguillo que nadie quiere y el que más se odia después del de condenado. Como ya muchos habrán advertido, se trata del de imputada, en esta ocasión por supuestos delitos de malversación de fondos públicos (gastar el dinero de todos en asuntos que no son para todos) y de prevaricación, que es tanto como hacer algo que se sabe que no es correcto pero que, pese a la certeza, se tira pa’ lante con dos buenos teides. Águeda Montelongo, diputada, consejera insular, presidenta y secretaria, entre otros puestos, está imputada por un viejo asunto que se conoce como caso Patronato. Éste, hace unos días y casi por arte de magia, se le volvió a aparecer, y no en sueños. No fue al modo que con rabia había anunciado el cada vez más desabrido Willy García. El director general de RTVC algo sabía, que no es profeta ni curandero, y eso era el nombrete que hoy más atormenta a Montelongo. En la calle se suele decir que el que la hace la paga. Por desgracia, sólo a veces esto es verdad.
@gromandelgadog