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Totalitarismos modernos – Por Saray Encinoso

   

“La verdadera crisis es la de inteligencia”. Emilio Lledó estuvo hace unos meses en Tenerife, invitado por la Fundación CajaCanarias, para participar en el ciclo El mundo que queremos. Antes de que él y Amelia Valcárcel -una mujer brillante a la que me encantaría conocer en otra ocasión- dedicaran más de hora y media a debatir el estado de las cosas, el filósofo compartió conmigo media hora de su tiempo. A menudo recuerdo esa conversación. Él, que pasó el hambre de los días sin nada que comer de la Guerra Civil y que vivió en Berlín la caída del muro, no estaba tan preocupado por la crisis económica en la que andamos metidos como por nuestra escasa capacidad para eludir pensamientos totalitarios. “No estamos solo ante una corrupción de las cosas, sino ante una corrupción de la mente”, me advirtió. “A mí me llama la atención que siempre se habla, y con razón, de libertad de expresión. Es obvio que hay que tener eso, pero lo que hay que tener, principal y primariamente, es libertad de pensamiento. ¿Qué me importa a mí la libertad de expresión si no digo más que imbecilidades? ¿Para qué sirve si no sabes pensar, si no tienes sentido crítico, si no sabes ser libre intelectualmente?”

Desde 2008 casi todas nuestras conversaciones giran en torno al dinero que ya no tenemos y a esa incertidumbre que nos ha paralizado. No hablamos, en cambio, de cómo la crisis nos ha hecho más simples. Nos hemos permitido el lujo de elegir una trinchera desde la que otear el horizonte porque estamos seguros de que quienes nos quitan la libertad son los mismos que nos están hundiendo en esta miseria. Olvidamos nuestra cuota de responsabilidad, que nos obliga a pensar y a enfrentarnos a las ideas que no nos gustan. Si dejamos de estar alerta, si permitimos que la polarización impere y no nos empeñamos en desmenuzar la realidad como actividad cotidiana, sucumbiremos. Habrá ganado el totalitarismo de este siglo. El que no necesita instaurarse oficialmente en las instituciones, el que cuenta con el beneplácito social y el que es más dañino porque es más difícil de detectar. El totalitarismo del que hablaba Lledó: la simpleza voluntaria; la elección de no pensar, de no entender, de no saber.

Creo que estos días me he acordado más de lo que dijo Lledó porque han vuelto a aflorar las cansinas teorías de la conspiración. La herramienta de desinformación más eficaz que existe ha aparecido hasta en la despedida de Adolfo Suárez. La mejor forma de luchar contra todas las conspiraciones y todas las artimañas es el conocimiento. Y eso solo depende de nosotros.

@sarayencinoso