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Justicia infinita – Por Jorge Bethencourt

   

Ya me jode que el Gobierno se haya cargado los sacrosantos principios de la justicia universal. Razón tienen los jueces en estar cabreados como monos. Desde hace años, España tenía acojonados a los delincuentes que han vulnerado por todo el mundo los derechos humanos de los pueblos y han cometido repugnantes asesinatos. A Obama, sin ir más lejos, se le estaba empezando a cambiar la melanina de un ocre oscuro a una especie de blanco ceniciento. Se le notaba acojonado.

El premio Nobel de la Paz sabía perfectamente que sus días de libertad estaban contados porque la justicia española estaba armando la causa general contra el presidente de los Estados Unidos y su cúpula militar, por tener abierta y en pleno funcionamiento una prisión ilegal donde se tortura a ciudadanos de todo el mundo, secuestrados de sus países y encarcelados sin ninguna garantía procesal. Y lo mismo cabe decir del asesinato a sangre fría de un periodista español en Bagdad en el año 2002 (ayer, como quien dice) por el que la justicia española tenía ya acorralados a los responsables del ejército de los USA y a punto de meterlos en chirona. Con Obama. Y va el Gobierno y se lo carga todo.

Ahora ya nunca podremos asistir al proceso contra los altos mandos de la OTAN y los presidentes de los países europeos que participaron en el ataque al odioso dictador libio, Gadafi, que acabó linchado. Todo ese extenso sumario en el que se plasmaba cómo se puede atacar sin ninguna razón a un país soberano (por mucha dictadura que fuera) terminará seguramente en la papelera. Como el de caso de Irak. O el asesinato del asesino Bin Laden en su propia casa en Pakistán.

Tampoco podremos seguir en la persecución de los hermanos Castro por el encarcelamiento y tortura de miembros de la oposición cubana que quieren el establecimiento de la democracia. Y de Obiang. Y quedarán impunes los asesinos de monseñor Ellacuría, a quienes teníamos prácticamente contra la pared después de una laboriosa investigación empezada en 1989, el siglo pasado, fecha de su asesinato.
En suma, un horror. Un espanto. Nos tendremos que conformar con que la Justicia española mantenga el orden en el corral patrio aunque nos quede la íntima frustración de que con nosotros ni Hitler, ni Stalin, ni Franco se habrían ido de rositas.