A mediados de la década de los 80, se realizaron diferentes estudios con personas que habÃan sufrido ataques al corazón con el objetivo de encontrar las causas fÃsicas o factores que pudieran predisponer a las personas a padecer un segundo ataque. Para ello aplicaron diferentes cuestionarios de personalidad y junto a estos realizaron medidas de los factores fÃsicos como: el alcance de los daños al corazón, presión arterial, colesterol, masa corporal, y el estilo de vida de todos los factores de riesgo tradicionales para la enfermedad cardiovascular. Además, revisaron las historias clÃnicas de personas fallecidas debido a haber sufrido un segundo ataque al corazón. Los datos obtenidos en este estudio mostraron que ninguno de los factores de riesgo habituales predijo ese segundo episodio que en muchas ocasiones causó la muerte de la persona: ni la presión arterial, ni el colesterol, ni tan siquiera el daño causado por el primer ataque. Encontrando que la única variable que influyo de manera importante en el estudio fue el optimismo. Al parecer las personas con puntuaciones más altas en optimismo, tenÃan menos posibilidades de padecer un segundo ataque. También los estudios realizados en Holanda con personas con patologÃa cardiovascular mostraron que los optimistas tenÃan una tasa de mortalidad inferior a la media. La relación existente entre el optimismo y la mejora en las enfermedades cardiovasculares plantean que las personas más optimistas se enfrentan mejor a la hora de reducir el impacto de los factores de riesgo tradicionales como la obesidad, el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol, el colesterol alto y la hipertensión.
Pero además se ha observado una disminución en la influencia de otros factores secundarios que aparecen en el momento de sobrellevar una enfermedad de este tipo, como la depresión, el estrés percibido y la vivencia de número de emociones positivas. Como vemos incluso el nivel de optimismo influye en la manera de afrontar la enfermedad, a mayor optimismo mejor pronóstico en la enfermedad ya que existe una mayor adherencia a los tratamientos, lo que repercute directamente sobre la salud. Por lo tanto, parece que las personas más optimistas afrontan con mayor estabilidad y mantienen estilos de vida más saludables, debido a que creen que lo que hacen es relevante para sus vidas, mientras que los pesimistas por el contrario piensan y se sienten más indefensos ante la situación que están viviendo, pensando que no pueden hacer nada ante tal situación. Esto nos plantea que todas aquellas estrategias encaminadas a mejorar nuestro optimismo incidirán directa o indirectamente sobre nuestro estado de salud, asà que potencia tu optimismo. Es bueno para tu salud.