La ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad ha planteado a los representantes de la Unión de Televisiones Comerciales Asociadas (Uteca) la posibilidad de adelantar el prime time de las cadenas. No es que parezca mala idea; los seguidores de series y programas de entretenimiento torturados cada noche en el paso de los dÃas con insoportables paquetes publicitarios que uno debe tragarse si quiere contemplar los desenlaces lo agradecerÃan. Lo sorprendente es que la petición se haga en el marco de un Plan Estratégico de Igualdad de Oportunidades. Cree la ministra que adelantando los horarios de máxima audiencia las familias se acostarÃan antes y serÃa más fácil conciliar la vida laboral y familiar. Parece empezar la casa por el tejado. Quizás antes de verse con los empresarios de la televisión privada podrÃa hacerlo con los empresarios, en general, para racionalizar las jornadas laborales a veces interminables; o con su colega de Educación, para conciliar los horarios y el calendario de vacaciones de niños y adultos; o con los comerciantes, para que adelanten horarios de apertura y cierre de sus establecimientos.
Claro que también tendrÃa que convencer a algunos de sus correligionarios ultraliberales que podrÃan considerar tanta regulación contraria a la libertad de mercado. Y quizás el plan global no gustase tampoco a muchos ciudadanos que se quejan de algunos desórdenes horarios pero quieren seguir comprando un yogur a las diez de la noche, o vuelven horrorizados de algunos paÃses europeos que han racionalizado la vida a costa de apagar sus ciudades prematuramente. Porque cualquier debate en torno a esta materia conduce siempre a la pregunta crucial sobre qué fue antes: ¿el huevo o la gallina? ¿Generan las televisiones la máxima audiencia programando sus productos estrella a esas horas o esa programación se decide precisamente porque esas horas son las que congregan a más espectadores frente al televisor?