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Tiritas españolas – Por Rafael Martínez-Simancas

   

Causa admiración que un invento español, la tirita, haya alcanzado sesenta años de vida. En un país de garrotazos dónde cada cierto tiempo nos hemos perseguido muy en serio la tirita podría parecer poca cosa; quiere decir que en los últimos sesenta años nos hemos peleado pero sin armas. La tirita en un frente de batalla sirve de poco, en cambio en la vida civil nos ha salvado de heridas por pedradas, de tropezones con pantalón corto y de algún porrazo en bicicleta. Un invento serio. Que levante la mano quién siendo niño no llevó una tirita en una ceja, eso era presumir pero bien. En cierta ocasión le escuché contar a la actriz, bióloga, empresaria, chica estupenda Ana Obregón que le había propuesto un negocio a Spielberg cuando estuvo en Los Ángeles, California. Ana se había fijado que a los jugadores negros de la NBA les colocaban una tirita pálida, ¡y eso no podía ser!, había que inventar tiritas negras para Michael Jordan. La ocurrencia me pareció mundial pero quizá habría creado un gran negocio porque poco después las sacaron con dibujos para los niños.

A Spielberg no le conmovió el negocio y tampoco ella como actriz que se tuvo que conformar con apariciones estelares en el Equipo A, una serie de culto. Un país que es capaz de inventar la fregona, el caramelo con palito y la tirita se merece un lugar destacado en las cumbres mundiales, y si no es así será por la tradicional envidia que nos deja siempre fuera del medallero de Eurovisión, festival de lo friki al que aportamos auténticos tesoros de la vergüenza ajena sin obtener recompensa. Valga este ataque de celos para demostrar lo de siempre: pintamos poco en el concierto internacional por mucho que a Montoro se le llene la boca de decir que somos la envidia de Eurasia y quién sabe si también del estado de Michigan. Lo deseable es que hayamos alcanzado categoría de lugar civilizado dejando atrás los grabados negros de Goya donde nos matábamos a garrotazos metidos en fango. La tirita podría simbolizar una reconciliación tolerable a pesar de las discrepancias, ya le puede mandar Rajoy una caja a Artur Mas para hacerle ver que no habrá duelo al sol en la Plaza de Cataluña; sería un detalle. Consuela saber que por duro que haya sido el golpe tendremos en casa una tirita salvadora como las que se pone Diego Costa después de llevarse media portería con una pierna. Un remedio mágico que ayuda a la recuperación superficial de la piel magullada. Algo que llevamos usando sesenta años después de exclamar: ¡para habernos matao!