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Datos de escándalo – Por Leopoldo Fernández

   

Los datos son escandalosos, espeluznantes, estremecedores. Y no los avala cualquiera: su estudio es fruto de un trabajo pormenorizado del Instituto Nacional de Estadística (INE) denominado Condiciones de Vida. Según esta investigación, referida al año 2013, el poder adquisitivo de los hogares canarios ha caído en picado hasta situarse en niveles de hace ocho años. A su vez, la tasa de riesgo de pobreza o exclusión social -que mide la renta media por persona- en la comunidad autónoma- afecta al 28,4% de la población, entre la que tres de cada cuatro canarios tiene dificultades para llega a fin de mes. Además del desempleo, las estadísticas reflejan las consecuencias más dramáticas de la crisis económica, que obliga a instituciones, organizaciones no gubernamentales y particulares a realizar grandes esfuerzos en favor de los más desfavorecidos. Nada menos que casi 400.000 personas reciben en las Islas subvenciones, subsidios y ayudas varias de carácter humanitario, sobre todo de tipo alimenticio, como consecuencia del avance de la pobreza en sus diversas formas. Se trata de una impagable labor de solidaridad, para la que las autoridades no siempre colaboran con los medios que debieran, por una mal entendida política de recortes y austeridades que siempre perjudican a los que menos tienen. Aunque han mejorado algo las referencias del último año -lo que puede denotar que las Islas se hallan ante un muy probable cambio de tendencia-, la realidad es que el Archipiélago se constituye en la cuarta comunidad autónoma más pobre de España. Por sí solo, este hecho acredita la necesidad de seguir reclamando recursos a las autoridades nacionales y europeas para poder seguir atendiendo a las familias que presentan más necesidades objetivas, en especial aquellas que tienen a sus miembros en paro, presentan mayores necesidades o cuentan con menores de 16 años afectados de lleno -nada menos que en el 31,4% de los casos- por la indigencia. Y también para evitar un peligroso desajuste social y un encanallamiento en el reparto de la riqueza. Así lo acreditan, en porcentajes que varían según los casos, carencias escandalosas impropias de una sociedad desarrollada, como la imposibilidad de comer carne o pescado un par de veces a la semana. O tomarse unos días de vacaciones de al menos una semana fuera del hogar habitual. O no disponer de dinero para poder pagar a su debido tiempo los recibos de agua, luz y vivienda. O ser incapaces de hacer frente a los considerados gastos imprevistos. O… Para qué seguir. Menos mal que la entrega generosa, a veces anónima, de un potente grupo de ciudadanos, está consiguiendo que la sociedad muestre su lado más fraternal y solidario en tiempos de tanta penuria.