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Elecciones determinantes – Por Leopoldo Fernández Cabeza de Vaca

   

Unos 390 millones de ciudadanos con derecho a voto de los 28 países miembros de la Unión Europea (UE) están llamados a las urnas para participar en la elección de los 751 diputados del Europarlamento, considerado como la primera institución comunitaria, única además que es elegida por sufragio universal directo y secreto cada cinco años. Los integrantes del Parlamento son designados en número proporcional a la población del país originario (a España, por ejemplo, le corresponden 54 escaños), pero su elección viene marcada por los partidos y alianzas electorales por las que se presentan, no por la nacionalidad de cada uno.

Aunque limitado en sus funciones en comparación con otras cámaras legislativas democráticas, el Parlamento elige, en función de los resultados electorales, al presidente de la Comisión -órgano ejecutivo de la UE que está obligado a rendir cuentas de sus actuaciones- y comparte con ella y con el Consejo la competencia legislativa y presupuestaria. La cámara juega un papel relevante en todas las decisiones legislativas mediante procedimientos de codecisión (en caso de conflicto con el Consejo tiene derecho de veto), por consulta o por asentimiento.
La elección parlamentaria constituye, por el Tratado de Maastricht y según sentencias del Tribunal de Justicia de la UE, el ejercicio concreto de los atributos de ciudadanía europea según los cuales los ciudadanos -“Europa son sus ciudadanos” es el eslogan permanente de los europeístas más recalcitrantes- están representados en el Parlamento y los Estados en el Consejo Europeo y en el Consejo de Ministros a través de sus respectivos gobiernos, que por su parte responden ante las respetivas cámaras legislativas nacionales en esa doble legitimidad democrática que viene a amparar la propia UE con su funcionamiento institucional y su modelo de organización. Este arquetipo persigue una integración genuina, para lo cual se dota de unos principios y objetivos generales que se desarrollan progresivamente, a través de instituciones propias con capacidad para legislar y decidir en un marco jurídico autónomo de los estados miembros y con recursos presupuestarios independientes.

Transparencia y desinterés

Tras su constitución, el nuevo Parlamento ganará en competencias y poder merced a la aplicación del Tratado de Lisboa de 2007. Por primera vez los candidatos de los partidos que aspiran a presidir la Comisión han tenido que presentar sus programas y someterse al escrutinio de la opinión pública a través de distintos debates, en un sano ejercicio democrático. Esta política clarificadora no ha tenido en España la debida proyección porque la mediocre campaña electoral llevada a cabo por los partidos políticos se ha centrado más en asuntos internos y cuestiones incidentales que en ocuparse de lo verdaderamente importante: Europa, las políticas europeas, la elección de un Parlamento que habrá de refrendar las nuevas líneas maestras de la UE para el próximo quinquenio y años sucesivos y, como dije antes, la designación por mayoría absoluta del candidato a presidir la Comisión que proponga el Consejo -éste a su vez deberá consensuarlo por mayoría cualificada, es decir, el 55% de los estados miembros, con un mínimo de 15 de los 28 socios comunitarios que representen al menos al 65% de la población europea-, tras examinar su programa en sesión plenaria. Existe un gran desconocimiento acerca de la UE y su influencia en la vida de los ciudadanos, pese a que la integración política, económica y social puede considerarse un éxito.
Por una mala política informativa y de comunicación -en la que sin duda influyen las barreras lingüísticas-; por el déficit democrático de las instituciones europeas, salvo el Parlamento; por la sensación de aplastante predominio de los estados más poderosos; por la propia incapacidad de los órganos comunitarios para resolver problemas tan graves como como la pobreza y el desempleo; o porque los ciudadanos ven la Unión como algo burocrático, complejo y lejano, lo cierto es que se echa de menos una sintonía, una complicidad, una comunión de ideales con los objetivos básicos de la Unión.

Este desinterés seguramente se verá reflejado en la escasa participación que se advierte para los comicios del fin de semana -muy difícilmente se alcanzará una media del 50% en el conjunto de la UE-, lo que constituye un síntoma claro de por dónde van las preocupaciones generales del electorado. Sin embargo, la UE condiciona la vida de los ciudadanos e influye en asuntos relevantes de su quehacer diario. Por ejemplo, a través de las directrices generales para orientar a los Estados miembros sobre políticas económicas y de empleo y su coordinación. O sobre seguridad común, política exterior y cooperación policial y judicial en materia penal y contra el terrorismo internacional.

Normas y conciencia europea

En distintos niveles de decisión, de la UE dimanan normas sobre política monetaria, mercado interior, competencia, política social, medio ambiente, agricultura, pesca, comercio, transportes, protección de los consumidores, energía, salud pública, libertad, seguridad, justicia, etcétera. Muy buena parte de las cuestiones que afectan a nuestra vida ordinaria se generan en Bruselas, ya que los estados cedieron sus competencias a la Unión Europea, que se convierte así en un enorme entramado de burocracia, poderes políticos y económicos e intereses de gobiernos, sectores estratégicos, empresas, etcétera.

No existe sin embargo, según las encuestas más recientes, una auténtica conciencia europea, un sentido de identidad y pertenencia más allá de declaraciones solemnes y proclamas oportunistas y mitineras. Esta falta de compromiso civil lastra la credibilidad y perspectivas de la propia UE en momentos de especial dificultad, que es cuando más necesario resulta el respaldo al proyecto europeo, llamado a jugar un papel determinante en un mundo globalizado. Nada mejor que una casa común en Europa como garantía de paz, libertad, progreso y desarrollo para las actuales y futuras generaciones.

Ni las dificultades de la hora presente, ni los errores al aplicar determinadas políticas anticrisis, ni la lenta -a veces exasperante- velocidad que se sigue en el avance integrador de políticas y objetivos deben convertirse en obstáculos insalvables para el buen fin de la Unión. Europea El escepticismo de algunos grupos políticos nacionales, convertidos muchas veces en eurofóbicos cuando no cargados de extremismos ideológicos, menoscaba el alcance de las decisiones comunitarias. La falta de una sola voz, de un marco jurídico-administrativo racional y de un mensaje nítido y claro vienen siendo obstáculos hasta ahora insalvables para el mejor entendimiento de una UE con multiplicidad de instituciones, numerosos programas en funcionamiento, un buen puñado de problemas pendientes (la Europa de la defensa, la inmigración, la demografía, la educación y la cultura…) y en un proceso evolutivo permanente.

Importancia para Canarias

Para Canarias, la UE es su ser o no ser. Sin la Europa comunitaria, las Islas serían un páramo anclado en el Atlántico. De esa Europa vienen los turistas y hacia esa Europa salen nuestras escasas exportaciones. De esa Europa denostada por algunos Canarias ha recibido desde su especial adhesión a la UE unos 10.000 millones de euros en estímulos, incentivos y ayudas varias -la mayoría negociados en el Parlamento Europeo- para compensar su lejanía e insularidad, sus carencias estructurales y su escasez de recursos, a través de distintos programas sectoriales o especiales como el REF. Otra cosa es cómo se invirtió ese dinero, lo que no siempre se hizo con rigor y equidad; pero sin él la obra pública en general y algunos sectores en particular, con el agrario a la cabeza, se habrían hundido en la miseria. Incluso los consumidores no podrían disfrutar hoy de unos precios asequibles tanto para productos de consumo masivo como para la recepción de servicios que, en otro caso, resultarían mucho más caros. Todo eso es lo que se vota hoy por vía indirecta. Cada uno puede, en uso de su libérrima decisión, hacerlo como estime oportuno, incluso no votar o abstenerse. Pero unos y otros saben lo mucho que está en juego, sobre todo para estas Islas atlánticas.