DecÃa el neurocirujano Ramón Carrillo que la lealtad es una cosa de la que todo el mundo habla y muy pocos la practican, por la sencilla razón de que no es una posición espiritual al alcance de todo el mundo, ni todo el mundo está preparado para ser leal. Para nosotros la lealtad es una forma de retroalimentación positiva, y siempre la hemos practicado como principio vital, porque entendemos que con ella es posible llegar a cualquier lugar y cumplir cualquier meta. Según la Real Academia de la Lengua la lealtad es “el cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombrÃa de bien”. Mucho más allá de los diccionarios, consideramos que la lealtad constituye una forma de vida y nuestra manera de entender las relaciones humanas. No es cuestión solo de decirlo, sino de hacerlo y vivirlo. En nuestro idioma liberal, la lealtad es la clave del entendimiento de nuestra vida, y poseer esta cualidad lleva aparejada muchas otras virtudes, por eso la apreciamos en las personas que nos rodean, ya sean amigos, compañeros, pacientes, alumnos o colaboradores. Además, la lealtad obliga a hacer esfuerzos mientras que la fidelidad es pasiva. Por eso tratamos siempre de rodearnos de gente leal, personas en las que se pueda confiar, pero que también se sientan libres para decir lo que piensan en todo momento, tanto si están de acuerdo con nuestros planteamientos como si no. Siempre hemos creÃdo que del halago no se aprende y sà de las crÃticas. Si ya es importante en nuestra vida diaria en polÃtica, en esa polÃtica en mayúscula que tanto defendemos, es definitiva. Para nosotros es la actividad más noble a la que puede dedicarse una persona, sin esperar nada a cambio y sólo con la satisfacción del deber cumplido. Las soluciones a todo lo que pasa a nuestro alrededor se encuentran precisamente en la polÃtica, que no ha de ser jamás un problema para los ciudadanos. De hecho, consideramos que nos convertimos en problema cuando los que nos dedicamos a esto confundimos lealtad con fidelidad, y peor aún con servilismo. La lealtad nada tiene que ver con las relaciones de vasallazgo, obediencia y adulación a la autoridad. La primera se establece en una relación entre iguales; en la segunda siempre hay una de las partes que se cree superior y que intenta imponer sus deseos y criterios por encima de todas las cosas.
Nosotros, insisto, elegimos la lealtad, principio que aprendimos de nuestros padres que nos inculcaron lo esencial. Emana de la libertad de las personas que eligen el camino de la honradez, que defienden el fair play y que destierran de sus principios el “todo vale”. De ahÃ, nuestro pensamiento de que la lealtad y la miseria humana son incompatibles. Es cierto que somos personas normales, ciudadanos de a pie comprometidos con el tiempo que nos ha tocado vivir, y como tales también nos equivocamos. Vaya por delante que preferimos errar por actuar que por no hacer nada. Todos cometemos errores alguna vez, y cuando eso sucede lo que hay que hacer es pedir perdón con humildad. Napoleón Hill afirmó en su momento que la falta de lealtad es una de las mayores causas del fracaso de cada camino de la vida. Podemos entender este razonamiento partiendo de la base de que la lealtad es una cualidad Ãntimamente relacionada con el compromiso y la nobleza, a la vez que determina el carácter, el valor y el honor de las personas. n la lealtad cabe todo: humor, enfado, crÃtica, cariño, amor… Y es imprescindible para que haya transparencia. Por eso, los animo a ponerla en práctica, merece la pena. Sólo asà seremos respetuosos con nosotros mismos y con los demás. Les aseguro que la satisfacción del deber cumplido y tener la conciencia tranquila es la mejor recompensa que podrán obtener.
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