X
la última >

País – Por Jorge Bethencourt

   

Los grandes discursos no pueden disfrazar eternamente la realidad. La gente empieza a cansarse de tanta saliva inútil. Los cinco millones de votos que se han ido de los partidos tradicionales hacia nueva formaciones políticas son una pequeña muestra del hartazgo. Los nuevos, por lo menos, no hablan de una manera tan cansina como los viejos. Aunque todo llegará.

El problema es que, a poco que uno se preocupe por informarse, casi todo el mundo tiene una parte de razón. Es verdad que gracias a esta sociedad que nos hemos dado (y que estamos pagando) se ha podido resistir una crisis tan dura como la que hemos atravesado. Y también es verdad que los alemanes nos la han hecho pasar peor. Que la devaluación fiscal nos ha roto el lomo. Que hemos pagado el pato los ciudadanos, mientras que la casta política y la burocracia ha seguido como si no fuera con ellos….

Al final, sin embargo, todo se resume en lo inmediato. Y lo más cercano es un amigo al que le roban en su casa y acude a las fuerzas de la seguridad del Estado que pagamos todos en demanda de ayuda. Si alguna vez le pasa a usted ¿sabe cuál es la ayuda que va a recibir? Ninguna. La misma que recibieron los chicos de Izquierda Plural en un mitin interrumpido por dos violentos que empezaron a agredirles. El Estado nos prohíbe la autodefensa porque es él quien asume la protección de los ciudadanos y sus bienes. Pero ¿lo cumple? No. Claro que no. Porque es imposible. Como es imposible -por no decir mentira- que todos los ciudadanos tengamos derecho a una vivienda digna. Y a un trabajo.

Ese es el problema. Que las buenas intenciones son textos y las malas consecuencias una realidad. En este país se puede prometer un salario básico para todo el mundo, por el simple hecho de nacer en España y ser ciudadano. Lo que no se dice es de dónde va a salir el dinero para pagarlo. Este es un país donde los enamorados colocan candados en el puente de Serrador, como en el puente del amor en Praga. Pero es también el país donde un tipo con una cizalla los corta para venderlos al chatarrero.