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Sueños con creyones – Por Ramiro Cuende Tascón

   

Cuando lea este artículo quedará un año para las próximas elecciones democráticas de este país, también reino y estado autonómico, llamado España. Atrás quedaron guardadas las urnas para las elecciones europeas. Sabremos los resultados y nombres de las insignes personas que nos representarán, asentando sus 54 posaderas en el 60 de la rue Wiertz en Bruselas, sede del Parlamento. Si, honorables, por más que moleste, porque para los que nos representan deberían ser un honor y un deber defender con hidalguía las haciendas de España en la Europa común, la de los 28 países miembros, con 6 caminando hacia la puerta de entrada y 3 denominados candidatos potenciales. Ahí es nada, de juntarse todos serían 37. Lo cierto es que visto lo visto, la mejor forma de estar en Europa y, propiciar la que usted prefiere es habiendo votado. No debemos olvidar que no hace mucho tiempo no podíamos hacerlo en libertad, y, existen muchos países en los que aun es imposible. Es más, hasta que en este país no se sienta como creo que se debe, es decir, con orgullo y entrega, no a los partidos políticos, que algo también, sino a la ciudadanía que es quien ostenta el poder y, la que pone y quita, no habremos aprobado en democracia, lo que no deja de ser aun una asignatura pendiente para septiembre. El concepto de ciudadanía está ligado al Derecho, sobre todo en lo que se refiere a los derechos políticos, sin los cuales las personas no intervienen en los asuntos de Estado, y es el que permite, con el voto, participar a la gente en el gobierno y administración de las instituciones. Me eduqué en el cristianismo, con la edad he comprobado que no quise en el catolicismo, y, que por influencia de la conciencia de ciencia, me he ido transformando en un humilde laico, con algo de ateo, respetuoso con los píos a los que admiro por su convencimiento. Tras darle vueltas, asumo que vivo desde aquí. Otras vueltas son las que doy a este proyecto que es Europa, a los poseídos mercados -los endemoniados dineros- y, a los imperios. Siempre he pensado que los imperios a lo largo de la historia se han desmoronado de lujuria. Es sencillo, si los lujos y placeres de las dinerócratas minorías superan con exceso la escasez y la gazuza de las austerizadas mayorías, sucede que la vida se muere de hambre y explota de ira, la forma en que sucede puede ser de todos los colores, por desgracia, suele ser en blanco y negro, gris. Y, es que la avaricia siempre rompe el saco. No tenga ninguna duda.