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Toca votar – Por Juan Hernández Bravo de Laguna

   

Las elecciones al Parlamento Europeo han sido siempre entre nosotros unas elecciones de perfil bajo y con una abstención muy elevada. Por desgracia, los ciudadanos no terminan de entender su indudable trascendencia para nuestro futuro y el papel fundamental de las instituciones europeas en nuestra vida colectiva, que, además, cada vez será mayor. A este alejamiento europeo de la opinión pública española habría que unir en las elecciones de hoy el hecho de que un sector de la ciudadanía culpa a Europa de nuestros males y de nuestra crisis; culpa a las instituciones europeas de habernos impuesto -exigido- las políticas de austeridad extrema, recortes en los servicios sociales y puesta en cuestión de los fundamentos del Estado del bienestar que estamos sufriendo, y que han llevado a una situación insostenible a muchas familias españolas.

Pero esta atribución de culpabilidad es falsa: Europa no es culpable; los culpables de nuestra burbuja inmobiliaria, de nuestros derroches suicidas y de nuestras disparatadas políticas de endeudamiento extremo somos nosotros mismos. Y todo eso estuvo legitimado con nuestros votos. Europa se ha limitado a llamarnos la atención y a exigirnos que pongamos coto a unos desmanes que afectaban gravemente a la Unión y hasta a sus propias bases monetarias. Y, por si fuera poco, lo ha hecho a cambio de proporcionarnos una considerable ayuda, sin la cual nunca hubiésemos salido adelante. En cuanto al rescate de la banca española, criticamos que se haya llevado a cabo con fondos públicos, unos fondos que han venido a resolver el problema creado por la pésima gestión, la irresponsabilidad y la corrupción de demasiados banqueros. Sin embargo, no tenemos en cuenta que la alternativa era un corralito a la argentina, del cual estuvimos muy cerca. Nos olvidamos que la alternativa era que nuestros ahorros y nuestros depósitos en la banca dejaran de estar ilimitadamente disponibles, y que tuviésemos que hacer largas -y presenciales- colas para sacar unos euros a la semana de nuestro propio dinero. Estuvimos muy cerca de un colapso bancario que hubiera superado con mucho el drama de las preferentes.

Todas las circunstancias anteriores pueden contribuir a la abstención que se vaya a producir hoy. Y encima habría que añadir el bien ganado desprestigio de nuestra clase política, la desconfianza o la franca animadversión que despiertan nuestros políticos. Unos políticos -unos candidatos- que han protagonizado una campaña electoral en clave interna y no europea, una campaña electoral en la que, ocupados de pelearse entre sí, se han olvidado de explicarle a los ciudadanos la importancia de Europa y la transcendencia de estas elecciones. No obstante, y a pesar de todo ello, hoy toca votar, hacemos un llamamiento al voto responsable.

¿Y por qué hacemos este llamamiento al voto responsable? Porque no votar no es una alternativa, no votar no conduce absolutamente a nada. Como decíamos al principio, las elecciones europeas revisten una indudable trascendencia para nuestro futuro y las instituciones europeas juegan un papel fundamental en nuestra vida colectiva, que, además, cada vez será mayor. Hoy debemos ir a votar porque sencillamente no nos podemos permitir el lujo de no hacerlo. Es cierto que el Parlamento Europeo todavía no es equiparable a los Parlamentos nacionales, que no tiene iniciativa legislativa y sufre limitaciones en sus funciones legislativas, presupuestarias y de control. Pero no es menos cierto que a partir de ahora verá reforzados sus poderes por aplicación del Tratado de Lisboa y que el procedimiento legislativo ordinario, implantado por el Tratado de Maastricht de 1992 y mejorado por el Tratado de Amsterdam de 1999, es el sistema de codecisión entre el propio Parlamento y el Consejo.

También ahora el Parlamento elegirá directamente al Defensor del Pueblo europeo y al presidente de la Comisión, aunque no tiene la obligación de elegir al candidato de los partidos vencedores. En definitiva, no en vano el Parlamento es la institución mejor valorada por los ciudadanos europeos.

En este día de elecciones tenemos la obligación moral y política de votar porque al hacerlo no solo cumplimos un derecho y un deber ciudadano, sino que con nuestro voto coadyuvamos a consolidar un poco más entre nosotros la democracia y la libertad. La democracia española se enfrenta con muy graves problemas, qué duda cabe. Es evidente que no podemos fingir que somos un país democrático modelo y que hemos sabido llevar a cabo los ideales sociales y políticos que nos alumbraron en los tiempos de la Transición.

Pero la solución a nuestros déficits democráticos nunca estará en abstenerse, en inhibirse; la solución pasará siempre por participar, por votar, porque, entre otras cosas, únicamente haciéndolo así podremos, cuando sea procedente, exigir responsabilidades y pedir cuentas. Y hemos de tener claro que la democracia -con sus innumerables imperfecciones y disfunciones- no tiene alternativa, y que sus problemas pueden y deben ser resueltos en su seno. De modo que cuando hayamos cumplido con nuestro derecho y nuestro deber ciudadano de votar podremos alegrarnos por haber contribuido a que nuestra democracia sea un poco mejor con ayuda de Europa. Sin duda, hoy toca votar.