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El último palacio de la capital

   
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NATALIA TORRES | Santa Cruz de Tenerife

Que Santa Cruz es una ciudad que ha crecido de espaldas al mar no lo discute nadie y si además se tiene la oportunidad de observarla desde lo alto del único edificio del siglo XVIII que queda en la capital, se puede hacer una composición de lugar de lo que fue ese Santa Cruz antiguo y lo que es hoy. La torre marinera del palacio de Carta permite una visión magnífica de multitud de edificios que anulan el sentido de esta estructura, construida para ver la llegada de los barcos al puerto. Esta torre como el resto del inmueble permanece inalterada en el paso del tiempo frente a una ciudad que ha crecido a su alrededor. Este edificio, el último palacio de Santa Cruz, junto al de Navas en La Laguna, y ubicado en la santacrucera plaza de La Candelaria, son los únicos exponentes de la arquitectura civil del neoclásico que existe en Canarias.

Un emblemático edificio que esta semana ha abierto sus puertas para acoger en su planta baja los actos de la Semana Cultural Tajaraste. El mismo sobre el que Ayuntamiento capitalino y la Dirección General de Patrimonio del Gobierno de Canarias no se ponen de acuerdo sobre qué uso darle. El primero quiere que sea un centro de visitantes en el que explicar la historia de la ciudad, el segundo lo ha puesto a la venta por más de cinco millones de euros, pero la falta de compradores lo ha llevado a negociar con el Consistorio. Una visita al palacio basta para entender la pugna entre una y otra administración, dado el valor no sólo arquitectónico que representa sino también la historia que encierran sus paredes.
Moverse por sus estancias y comprobar que su distribución y estructura es la misma con la fue diseñado en 1721, cuando Matías Rodríguez Carta lo mandó a construir como residencia familiar en Santa Cruz, hace que las sombras que ahora lo invaden se tornen en retazos luminosos de una historia llena de matices. La casa demuestra el poderío económico de sus propietarios, que la utilizaron como segunda residencia; la primera estaba en Valle de Guerra, ya restaurada como sede del Museo de Historia.

Distribución

El inmueble chicharrero se distribuye en dos plantas más el ático, cuenta con un patio interior de estilo canario y también dos fachadas, una que da a la plaza de La Candelaria y otra a la calle de San José. En el recorrido por tan insigne palacio el arquitecto adscrito a la Dirección General de Patrimonio del Gobierno de Canarias, Félix Morales, hace de guía para explicar, por ejemplo, que lo que ahora es el patio central, en su momento fueron las caballerizas y las dependencias del servicio.

También detalla que las habitaciones principales están en la primera planta del palacio y apunta que las ventanas mantienen el mecanismo original de pesos y cuerda de cáñamo que permite subirlas y bajarlas sin ningún tipo de problema. Asegura Morales, y el edificio le da la razón, que todo se encuentra en muy buen estado, “la obra civil que habría que hacer para rehabilitarlo no supone un coste excesivo”, y añade que la inversión fuerte se tendrá que hacer, cuando haya dinero, en las instalaciones. “La normativa no permite que todas esas cajas (enchufes) estén al aire en presencia de madera, es necesario poner aislamientos especiales que protejan del fuego”. La madera, como es tradicional en las casas de la época, es un elemento fundamental y en el caso del palacio de Carta son dos los tipos que predominan, la carpintería que es de tea y el suelo que es de riga. Este último, señala Morales, es el que necesita de una mayor intervención puesto que cuando estuvo ocupado por el Banco Español de Crédito (1952) instaló linóleo en el suelo y habría que levantarlo, “inyectar aceite de creosota para la carcoma y ya estaría listo”, explica.

Afirma Morales que desde el Gobierno de Canarias, “cuidamos el edificio manteniendo los sistemas de detección y extinción de incendios en perfecto estado; se apaga todo y se cierra todo y hay un protocolo por el que el servicio de mantenimiento de la consejería viene que cada cierto tiempo a revisar todas las instalaciones”.

Casa de América

Las circunstancias de este palacio “son algo tristes”, señala Morales, porque, recuerda, “se compró para que pasase a la esfera pública con la idea de garantizar la permanencia del edificio”. La crisis paralizó los planes que había para el inmueble. “Se pensaba entonces, en la época de Adán Martín, de montar aquí la Casa de América, a raíz de la compra de la Casa de África en Las Palmas, pero las circunstancias económicas se han impuesto y ahora lo único que podemos garantizar es que el edificio permanezca lo más inalterado posible y que cuando las circunstancias mejoren se le pueda dar un uso, que evidentemente no puede ser intensivo, sino cultural, porque otra cosa no admite el edificio”.

En el recorrido por la casa, destaca Morales que la intervención más importante y la única que hasta el momento se ha podido hacer es la de la impermeabilización de la cubierta hace unos años, “se logró dejar el edificio estanco, que es lo que más deterioro puede producir”.

Otra de las curiosidades de este palacio es la diferencia de altura en los techos de la fachada de la plaza de La Candelaria y la calle de San José. “El problema de esta parte (San José) -explica Morales- y que se repite en el resto de plantas, es la altura”. Esta diferencia de alturas se debe a que, “la calle tiene un régimen de pendiente distinto al de la plaza y lo que se le ocurrió al arquitecto de entonces fue sacrificar la altura en beneficio de que dentro de la casas se pudiera estar en un mismo plano”.