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Vivir con resentimiento – Por Antonio Alarcó

   

Decía Miguel de Unamuno que “entre los pecados capitales no figura el resentimiento y es el más grave de todos; más que la ira, más que la soberbia”. La actriz y escritora, Carrie Fischer, afirmó que “el resentimiento es como tomar veneno esperando a que la otra persona muera”. Por su parte, Norman Vincent Peale, creador de la teoría del pensamiento positivo, pensaba que “el resentimiento no daña a la persona contra la cual se mantiene esta emoción, todo lo contrario, el resentimiento se lo come por dentro a uno mismo”. Estamos totalmente de acuerdo.

Tres personas, que vivieron en épocas diferentes, y que pusieron atención a este sentimiento, emoción o posible pecado capital… da igual cómo lo denominemos porque lo cierto es que alguna importancia debe tener cuando son muchos los autores, médicos, políticos, sociólogos, filósofos, entre otros, que alguna vez en su vida han tocado este tema.

Siendo correctos con su definición, la Real Academia de La Lengua lo define como la acción de resentir, que es el sentimiento, pesar o enojo por algo, o sentir dolor o molestia en alguna parte del cuerpo, a causa de alguna enfermedad o dolencia pasada. Dicho de una persona decimos que se siente maltratada por la sociedad o por la vida en general.

Para nosotros, el resentimiento es un movimiento negativo y las personas que lo padecen basan sus acciones en la miseria humana, quizá alentados por sus propios complejos. Lo que nos preocupa es que la crisis ha generalizado un sentimiento de desapego hacia lo público, que no cuestiona la democracia en sí, pero que puede terminar por generar desafección. Sólo esperamos que esa desafección no caiga en resentimiento.

Las personas que estamos en política de forma voluntaria no podemos ni debemos perder la condición de ciudadano, y por eso es importante reflexionar sobre los movimientos que se instalan en la sociedad para poder entenderlos, examinarlos y extraer conclusiones.

El médico, y también intelectual, Gregorio Marañón, escribió un libro titulado Tiberio, donde utilizó la vida de este emperador romano para discurrir sobre lo que puede desencadenar las actuaciones de un resentido. De hecho, hay muchos ensayos que ligan este sentimiento con la política y ponen como ejemplos a personajes como Adolf Hitler o el recientemente fallecido Hugo Chávez.

En un artículo de Juan López-Ibor Aliño sobre el Tiberio de Marañón 66 años después, el autor asegura que el resentido convierte, paso a paso, la realidad en un infierno para sí mismo y los demás. Continúa afirmando que el resentimiento aísla y petrifica al resentido: destruye el tejido social y distorsiona la realidad. Y eso es algo que ninguna sociedad puede permitirse.
No es la primera vez que decimos que en el actual contexto, este descontento es perfectamente entendible, pero no ha de tomarse como bandera para agitar a la opinión pública para seguir minando su, de por sí, deteriorada confianza. Es muy triste, e igualmente condenable por la irresponsabilidad que conlleva, que este clima -que corre el riesgo de derivar en abstención- intente ser aprovechado por quienes buscan rédito cortoplacista a partir del comprensible descontento humano.

El resentimiento es un consejo nefasto, solo conduce a la autodestrucción, y se pierde mucho tiempo de forma estéril e inútil. De ahí que siempre recordemos, como afirmó el escritor Dan Zadra, que el resentimiento es una carga que es incompatible con el éxito.

Nosotros preferimos sacar algo positivo de toda relación humana. Desde las más tormentosas, pasando por las agridulces y terminando por las idílicas. En todas habrá una experiencia que nos será de ayuda. Para ello debemos tener la inteligencia emocional necesaria para quedarnos con lo bueno, aprender de los errores y seguir dando pasos en este camino que llamamos vida. Y que debemos vivir sin resentimiento para poder disfrutarla.

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