Estoy metido en un buen follón. Hace días, más de la cuenta, que he abandonado la costumbre de pasearme por debajo de la sombra de mi ceiba preferida y ello (estoy convencido) me ha dejado limpio de las ideas, los recursos y los frutos que mejor alimentan mi escritura. Tengo toda la certeza sobre lo que les digo y, por eso mismo, ahora (en el ya del mientras escribo de ayer) acabo de hacer una pequeña pausa… (el significado de los puntos suspensivos) que ustedes, si no fuera por tanta advertencia, hubieran tenido gigantesca dificultad para apreciar. Resulta algo normal: el ahora de la escritura poco o nada tiene que ver con el ahora de la lectura, así que esto es un verdadero lío. Aquel lapso invadido por el silencio de la narración descabezada, el mismo que se marcó con los tres puntos suspensivos, significó la desconexión total al convertirse en exclusiva singladura de parque en busca de luces encendidas. La jugada fraguó y así se convirtió en muy productiva aquella estrategia de dejarlo todo sobre la mesa y bajar, pasear y cruzar por debajo de la sombra oscura de la ceiba. Luego, puente con camino de revés, espera de ascensor y cajón lleno de brillantes retoños no contaminados y bien preparados para el injerto, de los que garantizan al menos varias sesiones más. Esta práctica, casi agrícola, ha vuelto a ser fórmula de urgencia tras la sequía que imponen la política y el hartazgo por tanta peste de actualidad. Por estas razones tuve que recurrir a besar la sombra de la ceiba, pese a las pocas ganas del sube y baja y a tratarse de un truco vulgar y simplón. Hay cosas que siempre cuadran y no se sabe muy bien por qué… Trato de adivinarlo, créanme, y me duermo rebuscando sin encontrar. En el sueño del otro ahora pienso que esta vez sólo quería escribir sobre mis dotes sobrenaturales para juntar nubes de todos los grosores, alturas y formas, para, con ellas bien juntas y dirigidas por control remoto, boicotear la llegada del estío. Ahogado en el abismo de aquel sueño desaparición, me dio por la pedantería de crear un rebaño esponjoso capaz de impedir que el sol aterrizara con marca de verano duro. En el otro ahora, sin puntos suspensivos, más se parece, me peleé con mi propio subconsciente y dormí sin dormirme. En el primero, el ahora con puntos suspensivos, viajé a la sombra de la ceiba sin hacerlo, pese al engaño sugerido, y en este ahora, el del lector de texto con curvas y miradas múltiples, he decidido apearme. Por eso en este ahora no me encuentran en la caja. La actualidad, este ahora, me desoló de tal manera que una goma voladora borró de mi cabeza cualquier idea de petróleo, abdicación, Soria, Rivero…: de lo requetebombeado. Lo cierto, y he aquí el truco, es que aproveché el rato de fuerte alisio para posarme en rama sembrada de verde sobre sombra sol y sombra noche, en mi árbol preferido. Por un momento me convertí en el barón rampante. ¡Qué bien…! Para esto también sirve la literatura.