38 años, 6 meses y 19 días. Este es el tiempo que Juan Carlos de Borbón ha sido Rey de España, bajo el nombre de Juan Carlos I, contado desde el 22 de noviembre de 1975, día que fue proclamado por las Cortes y pronunció su primer discurso oficial donde manifestó su deseo de ser el rey de todos los españoles.Así lo recordó el 2 de junio, durante el mensaje que ofreció para anunciar su abdicación cuando afirmó que encabezó la ilusionante tarea nacional que permitió a los ciudadanos elegir a sus legítimos representantes y llevar a cabo esa gran y positiva transformación de España que tanto necesitábamos.
Echando la vista atrás, podríamos decir que el reinado de Juan Carlos I, uno de los más largos de la historia, ha sido fructífero y nadie podrá dudar de su papel imprescindible durante la Transición Española y su apuesta decidida por transformar el régimen autoritario heredado en uno totalmente democrático y homologado internacionalmente. La Monarquía parlamentaria ha sido y es el punto de encuentro de los españoles y un símbolo de nuestra convivencia en paz . Podremos estar más o menos de acuerdo con esta forma de gobierno de Estado, anclada en nuestra Constitución, pero no podemos negar que Don Juan Carlos, junto con la Reina Sofía, fue el principal impulsor de la democracia en cuanto accedió al trono y su baluarte cuando la vio amenazada.
Durante estas dos semanas, donde se han venido sucediendo los preparativos para este hecho, hemos asistido tanto en el Congreso como en el Senado a sesiones históricas para promulgar una Ley de Abdicación que consta de un artículo único y de una disposición final única. Aprobada por amplía mayoría en ambas cámaras, fue sancionada por el Rey en un acto solemne y entrañable celebrado el pasado miércoles en el Palacio Real de Madrid. Permítannos que antes de seguir con el hilo conductor de este artículo, realicemos un paréntesis para exponerles la sorprendente actitud de Coalición Canaria en estas votaciones. Respetando el sentir de su voto, como no podía ser de otra manera, creemos que han perdido una magnífica oportunidad histórica de estar a la altura de las circunstancias. Abstenerse (y un parlamentario en contra) en la aprobación de una Ley, que constituye un mero trámite, los posiciona junto a aquellos que intentan resquebrajar nuestro modelo de Estado por intereses partidistas. Como reza el dicho popular: “cada cual que asuma las consecuencias de sus actos”, pero el pueblo canario se merece otras aptitudes.
Volviendo a nuestro tema, queda claro que el 19 de junio de 2014 será una fecha para recordar. Asistimos a la proclamación del nuevo Rey en un acto celebrado en el Congreso que da comienzo a la segunda Transición. No nos cabe la menor duda de que Su Majestad, Felipe VI, es la persona mejor preparada para coger el testigo y asumir el enorme reto que tiene por delante, una monarquía parlamentaria con otro Rey y para otro tiempo. Como heredero, resalta su formación pero sobre todo el hecho de que se ha esforzado en conocer y defender la diversidad de nuestros pueblos y culturas, y su importancia en la contribución a la unidad de todos.
Basta recordar su discurso como Rey para darse cuenta de estos detalles. Frases como: “respeto al espíritu de la Transición”, “esto es un gran País, en esa España unida, diversa, cabemos todos, tienen espacio todas las distintas formas de sentirse español”, “siempre con las victimas del terrorismo”, “transparencia”, “comprometido con la democracia”, “dedicación a la juventud”, etc. Asimismo, palabras como renunciar al conformismo y a la resignación, o situar a nuestro país en el siglo XXI, dan testimonio de que el 19 de junio de 2014 empieza una segunda transición.
Cambiamos de página, pero seguimos escribiendo el libro de nuestra convivencia. Empieza el reinado de un Rey Constitucional. Empieza el reinado de una monarquía renovada en la que las personas se miden no por lo que dicen, sino por lo que hacen, como dijo hace muchos años Miguel de Cervantes.
Viva el Rey. Viva España.